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Primavera, la transformación interior

Publicado por Malena

La primavera señala un nuevo despertar de la naturaleza, su renacimiento y renovación; y para la humanidad, el comienzo de una etapa de creatividad y crecimiento.

Los seres humanos, al igual que las estaciones, viven el renacer de la primavera, lo sienten, lo experimentan y lo manifiestan.

El amor vuelve a florecer en cada uno de nosotros y nos hace sentir vivos; y todos intentan la búsqueda de la plenitud motivados por el impulso primaveral que incita a disfrutar de la vida y a ser felices.

La primavera es el momento del cambio y del renacer, el tiempo justo para que nuestro espacio interior, se nutra con el vigor energizante del sol y del aire tibio.

Para lograr la transformación interior, el pensamiento, la palabra y la conducta correcta deben acompañar el deseo del cambio que luego se reflejará en nuestras relaciones y en nuestras acciones.

La meditación es una herramienta eficaz para transitar el sendero de la purificación, cuando el ambiente es más propicio para la quietud y el descanso y cuando la atmósfera es más pura, el aire más perfumado y la brisa más suave.

La naturaleza nos inspira y nos revela una vez más la existencia de un plan divino que todo lo ordena y que brinda la oportunidad de volver a comenzar.

Para purificar nuestra mente es necesario aprender a vaciarla de pensamientos y centrarse en la respiración o en los sonidos que nos rodean, e imaginar un mar de flores y percibir su perfume, aún cuando nos encontremos en una habitación.

Recién cuando logramos concentrarnos en una imagen que abarque todo y nos envuelva hasta llegar a formar parte de ella, en ese momento estaremos meditando.

La mente primero imagina y luego penetra en lo imaginado formando una unidad.

En ese momento ya no hay nada que perturbe la paz interior y la calma tiene una sola dirección, termina con el aburrimiento, con el tedio y el hastío, reemplazando con creces cualquier placer exterior.

El estado de unidad absorbe toda la atención, que cesa de saltar de un pensamiento a otro, ávida de novedades e insaciable de placeres, para convertirse en arrobamiento y paz.

Sin embargo, este recién es el nivel de acceso de la meditación, porque la mente aún es débil y tiende a fluctuar impulsada por los viejos hábitos mundanos; un nivel en el que se experimentan sentimientos intensos de deleite, vivencias placenteras, felicidad y ecuanimidad.

Con la práctica se llega a la absorción plena y a la ruptura total con la conciencia, los pensamientos cesan totalmente y la mente permanece sumergida en el objeto imaginado y fijada a él.

Desaparece la percepción sensorial y la sensibilidad del propio cuerpo, inclusive cualquier dolor.

La primera vez que se accede a este estado, sólo dura un instante, pero con la práctica se puede mantener cada vez por más tiempo.

Es necesario adquirir pleno dominio de esta práctica porque suele ser un estado inestable del que se sale fácilmente.

Dominar este estado significa lograr ingresar a él en cualquier momento y lugar que se desee y poder mantenerlo el tiempo que se quiera.

La idea del objeto imaginado llega a desaparecer, para darle paso solamente al sentimiento de arrobamiento interior, libre de todo pensamiento.

Recién cuando el meditador renuncia al sentimiento de arrobamiento, cobran fuerza la ecuanimidad y la unidireccionalidad, estado en el que se abandonan todos los sentimientos de placer corporal, todas las sensaciones y los pensamientos.

El último estado es el llamado sin forma, que es indescriptible porque está más allá de todas las palabras, de todo pensamiento y de toda percepción de la forma.

El que logra llegar a ese estado se ha encontrado a si mismo.

Fuente: “Más allá del ego”, Abraham Maslow y otros.