Filosofía

La Queja

Publicado por Malena

la queja

Cuando algo no nos agrada lo mejor es intentar cambiarlo, pero si no se puede cambiar, lo que tenemos que hacer es cambiar de manera de pensar, o sea, analizar las cosas desde una perspectiva más alta.

Einstein decía que un problema que no se puede resolver sólo es posible resolverlo desde otro nivel.

Lo menos práctico y más inútil que existe, pero no por eso menos utilizado, es la queja. En este sentido, es importante entender que la queja constante no solo es un hábito negativo, sino que también puede ser un síntoma de un estado mental más profundo. La queja puede ser una forma de expresar insatisfacción, frustración o descontento con la vida en general. En algunos casos, puede ser un indicador de un trastorno de salud mental, como la depresión o la ansiedad.

Sin embargo, a pesar de lo estériles que son las quejas, la mayoría prefiere quejarse, lamentarse, permanecer desconforme, molesto, con tendencia a criticar la conducta de los demás y las circunstancias. Este comportamiento puede ser perjudicial para las relaciones personales y profesionales, ya que puede crear un ambiente negativo y desalentador.

La queja es un hábito dañino, porque se contagia y malogra el humor de la gente. El quejoso, siempre es alguien que no confía en la acción, porque se queja pero no actúa y permanece anquilosado lamentándose sin hacer nada. Las quejas implican dificultades para adaptarse a la realidad e incapacidad para resolver problemas.

Además, las quejas constantes pueden tener un impacto negativo en nuestra salud física. Estudios han demostrado que las personas que se quejan constantemente tienen más probabilidades de sufrir de enfermedades crónicas, como la hipertensión y la diabetes. Esto se debe a que la queja constante puede aumentar los niveles de estrés, lo cual puede tener un impacto negativo en la salud física.

A pesar de los trastornos personales que producen las quejas, es una de las pandemias más difíciles de erradicar. La negatividad generalmente viene envasada en una queja sutil por fuera, aparentemente inofensiva pero con una carga de dinamita destructiva por dentro.

El pastor Hill Bowen, escribió un libro titulado “Un mundo sin quejas” en el que propone un ejercicio interesante utilizando una pulsera: Cada vez que nos damos cuenta que estamos formulando una queja o una crítica, tenemos que cambiarla de brazo y así sucesivamente con cada queja.

Es una forma de tomar conciencia de una conducta que puede malograr nuestra vida, nuestro trabajo, nuestro crecimiento y desarrollo, nuestras relaciones con familiares y amigos, y con nuestros compañeros y jefes de oficina.

A los quejosos se les evaporan las oportunidades y son descartados de todos los proyectos y planes por su negatividad; y a veces ni siquiera se dan cuenta de que se van quedando solos debido a sus quejas; y por eso también se quejan.

Estas personas no saben que solamente en sus manos tienen la posibilidad de cambiar y de transformar sus vidas en algo más constructivo. El quejoso tiene un propósito rígido que no puede cambiar pero al que tampoco podrá acceder si pierde el tiempo quejándose.

Hill Bowen cree que si uno logra durante 21 días consecutivos practicar el ejercicio de cambiar la pulsera de brazo cada vez que se verbaliza una queja o una crítica, se puede cambiar el hábito y convertirse en una persona diferente; porque 21 días es el tiempo que necesita un pollo para nacer, el mismo tiempo que él estima que una persona necesita para cambiar y ser alguien nuevo.

Él vende a todo el mundo una pulsera a los que creen que esa pulsera será mágica, pero en realidad se puede hacer con una bandita elástica o con un anillo, poniéndolo en otro dedo, o con una moneda cambiándola de bolsillo, y también con cualquier otro elemento que se pueda cambiar de lugar y que esté a mano.

Lo importante es tomar conciencia de las muchas veces que nos quejamos y que lo podíamos haber evitado ya que es totalmente inútil. Parece que de lo que más se queja la gente en todo el mundo es de sus problemas de dinero, o sea que el dinero, que es sólo un símbolo porque en si mismo es sólo un papel, puede hacer nuestra vida miserable; y si nos quejamos de él, aún más miserable.

Si nos concentramos tanto en todo lo que nos falta quejándonos y no ponemos atención en lo que realmente queremos, es muy probable que sigamos aumentando los motivos para seguir con nuestras habituales quejas.

Tenemos que focalizar la atención en nuestras verdaderas intenciones y no en lo que no deseamos en nuestras vidas con las quejas, pero para eso es necesario saber qué es lo que queremos. Practiquemos el arte de no emitir quejas y seamos capaces de cumplir todos nuestros propósitos. En lugar de quejarnos, debemos aprender a expresar nuestras emociones y sentimientos de una manera más constructiva y productiva. Esto no solo nos ayudará a mejorar nuestras relaciones personales y profesionales, sino que también nos permitirá vivir una vida más feliz y satisfactoria.