La muerte
La muerte no se puede pensar, porque no sabemos qué es, no podemos saber qué hay detrás de las murallas de la vida.
Algunos dicen que no hay nada, pero la nada no Es, y si la nada no Es, entonces es otra vida, pero si es otra vida entonces la muerte no existe o es otra cosa distinta, ni la nada ni otra vida.
Los filósofos ateos y los materialistas eligen que la muerte es la nada; y están también los que piensan que la muerte es una transición entre dos vidas, y los que creen que es la verdadera vida, como la mayoría de las religiones y las filosofías espiritualistas e idealistas.
Si la muerte es un misterio que no tiene solución, ¿por qué el hombre insiste en preguntarse qué es la muerte? Porque de lo que pensemos sobre la muerte depende nuestra vida, viviremos de una manera u otra según la idea que tengamos sobre de la muerte.
El hombre no puede saber qué es la muerte y sin embargo no puede evitar pensar en ella.
La muerte no es un problema, es algo que tenemos que aprender a enfrentar; porque hay que aceptarla sin permitir que no nos permita disfrutar de la vida.
La paradoja es que cuando llega la vejez, pensar en la muerte se hace innecesario y menos apremiante y con el tiempo cada vez se vuelve más acogedora y dulce.
No se trata de resignación sino de evolución, casi no hay lugar para la angustia porque es más valioso vivir despreocupado con una aceptación serena y con una actitud de entrega.
Los verdaderos filósofos han aprendido a aceptarla tal cual es, un misterio absoluto, ¿por qué habrían de temerle, si no saben qué es?
Se puede elegir entre las dos alternativas, la nada u otra vida o bien no elegir, dejar sin respuestas la cuestión y atreverse a vivir la aventura y la oportunidad de vivir sin preguntarse nada.
Vivir es luchar, resistir y sobrevivir, para los occidentales, que creen que la vida es un valle de lágrimas y la muerte la salvación. Para los orientales, que creen que la muerte es volver a la vida, es aceptación, entrega, rendición y no resistencia, porque la próxima vida dependerá de cómo vivan ésta.
Sin embargo no es la muerte propia la que preocupa a la mayoría, sino la muerte de los que aman; porque la propia muerte es el fin de la vida y ya no hay dolor ni sufrimiento.
Para amar la vida no hay que olvidarse de la muerte y saber aceptarla, para ser fiel a la vida.
La muerte es la que le da sentido a la vida, porque estamos vivos hoy, y podríamos estar muertos, eso es lo importante, todo lo demás no importa. Saber que existe la muerte después de la vida es apreciar mejor la condición de estar vivos.
Si hemos vivido el milagro de haber nacido y hemos apreciado la vida, podremos morir en paz con nosotros mismos.
Fuente: “Invitación a la filosofía”; André Comte-Sponville.