El Perdón
Perdonar puede hacer que muchas personas que padecen enfermedades, se curen.
El perdón tiene que ser una actitud constante que debe acompañar el proceso evolutivo de una persona y no algo que se hace una sola vez, frente a una situación determinada.
Los seres humanos tienden a juzgar y criticar con mucha facilidad, tanto a sí mismos como a los demás, por motivos que pueden ser reales o imaginarios. Pueden estar enojados con la vida, con el destino y hasta con Dios, si han sufrido graves pérdidas o daños.
Desde el punto de vista psicológico, perdonar es liberarse del pasado y de las afrentas recibidas y hallar el equilibrio y la paz interior.
El perdón disminuye los sentimientos de enojo y de ira que no han sido expresados debidamente y que se han convertido en resentimiento, o sea un pensamiento negativo repetido, adherido a una emoción tóxica y paralizante.
Perdonar es comprender y tener compasión; es poder liberar la energía del amor para recuperar la armonía y la libertad.
El estado de enojo crónico se puede manifestar con dolores de cabeza, contracturas musculares del cuello y la espalda, falta de energía y depresión.
Otros, pueden experimentar cuadros de irritabilidad, ansiedad e insomnio; problemas digestivos como gastritis o úlceras de estómago y hasta tumores malignos.
El cáncer está expresando un resentimiento sin resolver y también experiencias traumáticas emocionales del pasado, como puede ser un abandono o un rechazo materno, paterno o de ambos.
Liberarse del pasado puede lograr superar una enfermedad, porque las enfermedades son capaces de deprimir el sistema inmunológico y el perdón nos protege.
Perdonar previene enfermedades graves y es el primer paso para la curación, una fuente de energía liberadora que facilita la apertura espiritual a la sabiduría interior.
Nos sentimos mal cuando no perdonamos, porque nuestra mente expresa el resentimiento a través de enfermedades rebeldes, que no se curan y enfermedades recurrentes que no se mejoran.
El síntoma es una señal de desequilibrio y cuanto más conocimiento tengamos de nosotros mismos más podremos colaborar para conseguir bienestar duradero.
La posibilidad de estar sanos siempre depende de nosotros, porque la enfermedad no es el resultado ni de la mala suerte ni de la casualidad.
Podemos esforzarnos en hacer una vida saludable, practicando actividad física, alimentándonos bien y haciendo lo que nos gusta, sin embargo esto no basta para no caer enfermo, porque las enfermedades se contraen principalmente por causa de las emociones.
El cuerpo padece directamente las emociones del alma y no podemos estar sanos si no nos perdonamos todas las pequeñas o grandes cosas que creemos haber hecho en perjuicio de nosotros mismos y de otros, y si no perdonamos todos los agravios que creemos haber recibido de los demás.
La sanación es obra del amor, porque solo el que puede amar puede perdonar.
El sistema nervioso central y el sistema inmunológico se comunican entre sí. El psicólogo Robert Adler, descubrió que tal como lo hace el cerebro, el sistema inmunológico puede aprender información.
El equipo de científicos de Norman Cousins, de la UCLA, pudo demostrar cómo influyen las emociones y las actitudes en el cuerpo y cómo afectan la alegría, la tristeza, la esperanza y el deseo de vivir o la depresión.
También se pudo demostrar la conexión entre las emociones y el sistema inmunológico, o sea, cómo un mensaje de una fibra nerviosa puede llegar al sistema defensivo del cuerpo.
Las emociones y el sistema inmunológico también se comunican por medio de ciertas hormonas, que se liberan cuando la persona está sometida a un alto nivel de estrés.
Ya no existen dudas sobre la relación entre el cuerpo, la mente y las emociones, tanto negativas como positivas; y sobre su influencia en la salud y la enfermedad.
Fuente: “De cirujano del cuerpo a cirujano del alma”; Dr. Eugenio Zampini.