El problema mente – cuerpo
El problema mente-cuerpo es el prototipo de problema filosófico perenne. Apareció en la antigüedad, cuando a la mente se la conocía como «alma» y se volvió virulento en la Edad Moderna, gracias a René Descartes. Hoy en día sigue siendo una de las cuestiones filosóficas más candentes. El problema surge a partir de una hipótesis bastante dudosa que actualmente no se recuerda, pero que en el pasado generó la cuestión. Esta partía de suponer que el hombre tiene una naturaleza dual, que era una parte de su naturaleza era espiritual y la otra material. Ambas partes de la naturaleza humana tenían propiedades distintas. El ser humano, según esta tesis, tendría una doble naturaleza, diferentes propiedades esenciales: la material perece, la espiritual no; la material se corrompe, la espiritual no; etc. Esta concepción recibe el nombre de dualismo antropológico. En lo que sigue veremos cómo se genera el problema mente-cuerpo a partir de esta extraña concepción antropológica.
No es fácil creer en el dualismo antropológico
Creer en la idea de que el ser humano es una especie de compuesto de materia y espíritu conlleva creer que en el mundo hay un tipo de sustancias imperceptibles, que no ocupan espacio y que son indiferentes al paso del tiempo pero que pueden sentir dolores, cosquillas, orgasmos, etc. Para que esta idea parezca natural es necesario un proceso de inculturación, más o menos largo, a través del cual todo tipo de sucesos inexplicables acaben teniendo sentido en términos de este tipo de entidades inmateriales. Mientras que todos aprendamos estas explicaciones en nuestra propia casa y mientras que no haya otras alternativas o no sepamos algo más, el dualismo se mantiene y a todo el mundo le resulta natural.
Sin embargo, los mismos seres que son capaces de inventarse la historia del alma son también capaces de ir descubriendo que en la naturaleza no hay evidencia de la existencia de este tipo de entidades inmateriales. No obstante, puesto que tampoco hay evidencia de que no las haya, puesto que son entidades inmateriales, el dualismo antropológico se transforma. A su vez, surgen más tardíamente otros puntos de vista, que rechazan la concepción dualista. Las concepciones no dualistas se denominan monistas.
Es más fácil creer en el monismo
Una buena razón para no creer en el dualismo es la poca evidencia que tenemos de la existencia de entidades inmareriales. Otra buena razón para no ser dualistas es saber que cuando destruimos los cerebros, desaparecen las evidencias de la existencia de almas. No obstante, aunque la forma más natural de monismo consiste en la eliminación de la entidad llamada «mente» o «alma», identificando los estados mentales con estados cerebrales (teoría de la identidad), lo cierto es que existen diversos tipos de monismo.
Uno de los monismos más atractivo, a nuestro modo de ver, es el llamado funcionalismo, propuesto por Hillary Putnam. Según este punto de vista, lo que denominamos estados mentales son estados funcionales de un mecanismo, el cerebro. Lo interesante del funcionalismo es que permite concebir mentes en cerebros no humanos, tales como los de los animales o alienígenas así como en máquinas artificiales.
Otro punto de vista bastante original es el monismo anómalo de Donald Davidson. Según este punto de vista, no se pueden reducir los estados mentales a estados físicos, aunque existe una relación de dependencia entre ambos tipos de estados. Los estados mentales dependen de los estados físicos, aunque no son idénticos. Los primeros supervienen sobre los segundos. Y supervenir quiere decir aquí que los estados mentales son de un nivel superior a los estados cerebrales de los que dependen.