Phantasia
Para los estoicos la belleza tenía un valor objetivo. Consideraban que era apreciable por sí misma, sin atender a su utilidad, como así pensaban los epicúreos. Así, los romanos hacían uso del término honestum, que como ya dijimos que explicaba Cicerón, significa lo que es valioso y merece ser alabado sin tener en cuenta su utilidad. Es decir, la belleza estoica es honestum. Aunque sin olvidar que para ellos la verdaderamente valiosa era la belleza moral, no la estética. Será la primera la que merezca toda alabanza la que debe ser considerada con un valor excepcional.
También, por refrescar lo que ya os hemos contado en otros artículos, los estoicos a pesar de suponer a la belleza objetiva no entendían que el arte fuera autónomo. Para ellos dependía, o debería hacerlo, de la doctrina moral, supeditándose a ella, como, por otra parte, todo lo demás. Y en este sentido, según los estoicos, no habría contradicción alguna. No encuentran un contrasentido que el arte no se pueda dedicar a la belleza por sí sola, sin atender a nada más.
La imaginación
Al margen de lo anterior, que por lo menos en el ámbito de la estética, el arte y la belleza no supone ningún avance, ni ruptura con el pasado, ni algo vanguardista que enlace con el futuro, los estoicos sí que hicieron cierta aportación, introdujeron cierta novedad que supuso un cambio en la visión no ya del arte en sí, sino de su creación.
Digamos que para los antiguos griegos dos eran los conceptos fundamentales para entender el proceso creativo de una obra de arte. A saber: las ideas y los sentidos. Era, según ellos, gracias a lo que percibimos a través de los sentidos y gracias al conocimiento, a las ideas, que poseía el artista, que éste podía crear una obra de arte. No había más, ni menos —aunque es cierto que también se defendía la inspiración divina, pero aceptemos esto, por lo menos desde nuestro punto de vista y para no perdernos, como una metáfora—.
Pero los sentidos y las ideas no influían solamente en el creador, también lo hacían en el oyente, en el espectador… de la obra.
Sin embargo, durante el helenismo los estoicos —que se ocupaban de la psicología más que otras corrientes filosóficas y por eso tenían herramientas conceptuales más ricas— introdujeron un tercer concepto: la imaginación.
Así, nos cuenta Cicerón que Zenón «dijo algunas cosas nuevas acerca de las sensaciones; pensó que éstas estaban unidas por una especie de impulso procurado desde el exterior, que él llamó “phantasia”, y nosotros podemos llamar “apariencia”… No otorgaba crédito a todas las apariencias».
Esta idea de «phantasia» que comenzó a utilizar Zenón, fundador de la escuela estoica, fue poco a poco ganando adeptos hasta que se convirtió en, según Tatarkiewicz, «patrimonio común». Y aunque en un primer momento tenía un significado más general, finalmente su ámbito se adscribió fundamentalmente a la psicología del arte. De esta forma, «phantasia» terminó por sustituir a «imitación». Hasta se llegó a asegurar, como hizo Filóstrato, que «la imaginación es un artista más sabio que la imitación».
Imagen: alejandrofariña.com