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Ontología, la metafísica y la teoría del objeto

Publicado por Malena

ontología, la metafísica y la teoría del objeto

La metafísica se ocupa de la búsqueda de una respuesta a la pregunta ¿Quién existe, quién es el ser en sí y no el ser en otro?.

La contestación más simple y natural a esta pregunta es que existen todas las cosas (res, en latín) y también los humanos.

Esa respuesta, en metafísica se denomina realismo. Pero este realismo no lo utiliza ningún filósofo, porque cuando comienzan a indagar se dan cuenta que no pueden decir que existen en sí todas las cosas porque no tienen existencia primordial, las cosas cambian y no permanecen siendo siempre las mismas.

El primer intento en discernir entre lo que tiene una existencia en sí, o sea que no sea reductible a otra cosa, y lo que tiene una existencia aparente, fue el de los filósofos griegos.

Efectivamente, el realismo comenzó en Grecia tratando de diferenciar lo que tiene existencia aparente de lo que tiene existencia real y esta indagación superó al realismo primitivo que afirmaba que todas las cosas existían, incluso nosotros.

El primero de los filósofos griegos que trató de buscar cuáles eran las cosas que tenían existencia en sí, o sea un principio, como comienzo y fundamento de todas las cosas, fue Thales de la ciudad de Mileto.

Thales consideró que ese principio que tenía existencia en sí era el agua y que todas las demás cosas derivaban de ella. Por lo tanto, para Thales, el agua tenía existencia en sí y no consistía en nada.

Anaximandro también pensó que el principio de todas las cosas era algo material, pero para él era algo indefinido, no determinado, una protocosa que en griego denominó “apeiron”, con la posibilidad en potencia de que de ella derivasen todas las demás cosas.

Anaxímenes a su vez, creía que el origen de todo era algo natural y pensó que era el aire.

Estas suposiciones sufrieron muchas críticas en esos tiempos, porque resultaba difícil creer que del agua, del aire o de algo indefinido pudiera surgir tan vasta multiplicidad de objetos.

Algunos arriesgaron otras hipótesis y aportaron la idea de que no había un único origen sino varios, como por ejemplo Empédocles, que consideraba cuatro cosas como principio, el agua, el aire, la tierra y el fuego, que denominó elementos de los cuales derivaban todas las demás cosas.

La teoría de los cuatro elementos influyó durante toda la historia del pensamiento griego, en la física de Aristóteles y aún en la Edad Media, pero desapareció en el Renacimiento.

Pitágoras fue el primero en considerar un principio no material, el número. Para este filósofo las cosas tenían dentro de sí mismas números y se diferenciaban unas de otras por sus distintas cantidades numéricas.

Pitágoras era músico y pudo observar que en la lira las cuerdas sonaban en forma diferente debido a su distinta longitud y descubrió que esa longitud variaba en una relación numérica.

Heráclito se anticipó al pensamiento moderno, negando todas las afirmaciones de los filósofos anteriores y proponiendo que lo que era realmente evidente era que todas las cosas cambiaban constantemente, por lo tanto se atrevió a afirmar que lo único real era el fluir de las cosas. No existía entonces un ser inmutable de las cosas, lo que existía era un ser dinámico del que devenía todo lo demás. Por lo tanto, nada tenía existencia en sí porque todo cambiaba y el existir era el cambio perpetuo.

Este razonamiento lo podemos encontrar posteriormente en Plotino y en el filósofo moderno Bergson.

Después de Heráclito, surge un filósofo extraordinario, Parménides de Elea, el grande. Platón, que fue su discípulo, fue el que lo calificó así.

Parménides es en efecto, el espíritu más destacado de su época porque es el que cambia el pensamiento filosófico de su tiempo, llevando a la filosofía y a la metafísica de su época por el mismo camino que aún hoy transita la filosofía actual.

Fuente: «Lecciones preliminares de filosofía», Manuel García Morente