La Felicidad para Diógenes y los Cínicos
Todos podemos ser felices siempre porque la felicidad no se compra.
Diógenes y los Cínicos
Para ser feliz y tener libertad no se necesita nada material.
Diógenes de Sinope (siglo IV a. de C.) fue un filósofo griego, destacado figura de la escuela cínica inaugurada por Antístenes.
Este singular personaje de la antigüedad, relevante por su comportamiento coherente e íntegro, que contrasta notablemente con la conducta del hombre fragmentado de nuestra época aferrado a las cosas materiales, que piensa una cosa, hace otra y dice otra; propone una forma de pensamiento práctico similar al de Sócrates, sosteniendo la hipótesis de que la moral se puede enseñar, postura contraria al estricto conocimiento teórico.
La premisa de este filósofo, como la de otros de esa época, era el retorno a lo natural y descartar lo que la conformidad con el resto de la sociedad o la conveniencia pudiera indicar; desconfiando de las ciencias y apoyando el universalismo.
Su comportamiento se asemejaba más a los sofistas que durante la etapa presocrática eran considerados personajes de gran sabiduría, cualidad que después de esa época perdieron, debido a su comportamiento especulativo e interesado para enseñar a los políticos el arte de la palabra para convencer.
Discípulo de Antístenes, Diógenes era un personaje muy singular que llamaba la atención por su exagerada vida austera, a tal punto que su modo de vida era la de un vulgar pordiosero que vivía en la calle. De esta peculiar manera demostraba a los demás su desinterés por la forma de vida de la gente y por todas las características de su cultura, afirmando que las ciencias no alcanzaban para ser feliz.
Los cínicos no estaban de acuerdo con la creencia generalizada de que para ser feliz era necesario ser saludable, rico y poderoso, porque consideraban que estas condiciones nunca pueden ser permanentes y en el transcurso de la vida cambian.
Por el contrario, opinaban que cualquiera puede ser feliz porque para serlo no se necesita nada material, por lo tanto tampoco nadie puede dejar de serlo una vez que lo es.
Diógenes sólo tenía lo que llevaba puesto y se resistía a conservar algo. Es conocida la anécdota sobre su encuentro con Alejandro Magno, cuando frente a él le preguntó si podía ayudarlo; a lo que él le contestó que sí, que necesitaba que no le hiciera sombra.
Cada circunstancia de su vida, sin importar jerarquías ni privilegios, era para él una oportunidad de demostrar su forma de pensar.