Artes liberales
Los estoicos siguieron la doctrina dominante griega por la que arte era toda producción humana —por el contrario, en la actualidad, se considera arte solamente a las bellas artes—, aunque hicieron especial hincapié en su finalidad. Tenía que tener un fin, un camino a seguir para ser considerado como tal. Lo que no quiere decir que no hicieran ningún tipo de distinción entre las artes o que no las clasificaran de alguna forma, porque, claro está, sí que lo hicieron.
La clasificación de las artes
Tenemos que tener en cuenta que los estoicos, según su doctrina general, distinguían entre vida espiritual y física, algo que ya vimos reflejado en su idea de belleza, cuando diferenciaban entre la espiritual y la física, siendo la primera de más valor que la segunda.
Así las cosas, la clasificación de las artes no podía desvincularse de dicha concepción, por lo que también tenemos que distinguir, en este caso, entre “vulgares” y “liberales”, siendo la principal diferencia, y única, que en las primeras hay que hacer esfuerzo físico y en las segundas no, o por lo menos no en una cantidad considerable.
Teniendo en cuenta lo anterior, por tanto, podemos asumir que las “liberales” son equiparables a nuestras bellas artes, cayendo las “vulgares” en lo que nosotros entendemos como meros oficios, aunque todavía nos quede cierto recuerdo de aquella consideración de arte, lo que nos permite, en ocasiones, hablar del artista alfarero o del arte de hacer zapatos.
De todas formas, esta distinción inicial fue aumentada por Posidonio, al incluir en la clasificación las artes recreativas (ludicrae) y las educativas (pueriles).
A lo largo de la historia, la clasificación de las artes ha sido objeto de debate y reflexión. En la Edad Media, por ejemplo, las artes liberales se dividían en el trivium —gramática, retórica y dialéctica— y el quadrivium —aritmética, geometría, música y astronomía—. Estas disciplinas formaban la base de la educación en las universidades medievales y se consideraban necesarias para el desarrollo de la mente y el carácter.
En el Renacimiento, la clasificación de las artes experimentó un cambio significativo. Se empezó a valorar más la creatividad y la imaginación, y se añadieron a la lista de las artes liberales la pintura, la escultura y la arquitectura. Estas nuevas artes se consideraban «mayores» y se les daba más prestigio que a las «menores», que incluían la música y la poesía.
Así, nos cuenta Séneca que «dice Posidonio que hay cuatro clases de artes: vulgares y bajas, recreativas, educativas, liberales. Vulgares son las artes de los obreros, que se sirven de las manos y se ocupan de procurar los medios de vida […] Recreativas son las que tienen como fin el placer de los oídos y los ojos. Son educativas (y tienen estas artes alguna analogía con las liberales) las que los griegos llaman “enkyklioi” y nosotros “liberales”. Pero las únicas artes liberales, o mejor dicho, para hablar con más exactitud, libres, son aquellas cuya preocupación es la virtud».
Como vemos, existe cierta confusión entre las artes educativas y las liberales, puesto que el propio Séneca admite que a las artes educativas ellos (los romanos) las llaman liberales. Así que pareciera que más que en la actividad, la diferencia la tendríamos que buscar en su finalidad.
En cualquier caso, sí que parece evidente qué son artes vulgares, las de los obreros y que no buscan ningún sentido estético, simplemente la supervivencia. También que las recreativas deben ser lúdicas para los sentidos, concretamente para la vista y el oído, por lo que pintura o escultura podrían entrar en este apartado; la arquitectura, por el contrario, la encuadraban dentro de las artesanales; y música y poesía en las educativas y liberales. Aunque ateniendo a la definición que nos ofrece Séneca, la música también podría entrar dentro de las recreativas.
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