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Aristóteles sobre las Revoluciones

Publicado por Malena

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Aristóteles nos dice que todos los sistemas políticos, por más diferentes que sean, no dejan de reconocer los derechos y la igualdad proporcional de los miembros de la sociedad que dirigen, pero todos en la práctica no respetan sus propios principios.

Si la fortuna de los hombres es desigual será también desigual en otros conceptos.

Todas las doctrinas justas en la práctica son falsas, por lo tanto, los que no ostentan el poder hacen la revolución.

El derecho de sublevarse a los gobiernos les cabe únicamente a los que tienen privilegios, de modo que esto equivale a una desigualdad con respecto a los ciudadanos comunes.

Las revoluciones pueden hacerse con dos objetivos: reemplazar la constitución vigente cambiando la forma de gobierno o tomar el poder para gobernar ellos.

La desigualdad es siempre la causa de todas las revoluciones y la peor de las desigualdades es un reinado perpetuo por iguales.

La mayor parte de los gobiernos son democráticos u oligárquicos. Siempre la mayor parte de la población suele ser pobre y una minoría rica, pero la democracia en general demuestra ser más estable que la oligarquía.

El país con predominio de clase media que es democrático es también el más estable de todas las formas de gobierno.

El origen de las discordias políticas se debe a veces a la disposición moral de los insurrectos, otras a la discordia entre el pueblo, y en particular a circunstancias precisas que producen la revolución.

Los ciudadanos se sublevan cuando hay desigualdad pero no siempre esta demanda es justa, porque una vez que obtienen la igualdad no es raro que se subleven para tomar el poder para hacer lo mismo.

Las excesivas riquezas en manos de sectores privilegiados también producen revoluciones.

Cuando los gobernantes son codiciosos o corruptos también se subleva la gente, que se indigna al saber que amontonan riquezas a expensas del pueblo y que no hay justicia en proporción al mérito de cada uno.

En el seno del mismo Estado también puede haber discordias entre sectores que ha dado lugar al llamado Ostracismo del que se ha hecho uso en Argos y en Atenas, para evitar rebeliones.

El miedo a los abusos judiciales es motivo suficiente para también provocar revoluciones.

El aumento desproporcionado de determinadas clases sociales es también determinante de trastornos políticos porque se pierde la armonía del conjunto; principalmente cuando aumenta la clase pobre; y la negligencia puede erosionar los cimientos de un estado, cuando se da demasiado poder a los enemigos.

La diversidad racial origina revoluciones, por lo menos hasta que la mezcla de razas de complete y en las oligarquías es la multitud la que se subleva por la desigualdad política.

A veces la diversidad topográfica es causa de desigualdades e impide la igualdad; pero el más fuerte de los motivos para una revolución, más poderoso que las diferencias entre la riqueza y la pobreza, es cuando están en juego la virtud por un lado y el vicio por otro.

Sin embargo, a veces motivos muy pequeños pueden provocar una revolución, como sucedió en Siracusa que una cuestión de amor llevó a dos jóvenes a rebelarse y a implicar a todo el pueblo.

En general las discordias de los ciudadanos se extienden también al Estado, como el ejemplo de dos hermanos que se disputaban la herencia paterna y comprometieron a todo el pueblo en esta querella; o el presagio de un novio antes de casarse que hizo que la boda no se realizara y que los parientes como venganza lo incriminaran en un delito que no había cometido hasta lograr que lo condenaran a muerte.

Cuando existe una misma proporción de ricos y de pobres y no hay una clase media o es muy poca la que existe, también es una causa para una revolución.

Las revoluciones pueden darse de dos maneras, en forma violenta o con astucia valiéndose de falsas promesas y persuasión engañosa.

Fuente: «Aristóteles-Vida, pensamiento y obra», Colección Grandes Pensadores, Editorial Planeta DeAgostini SA, Barcelona, España, año 2007.