¿Una nueva era?
Que el mundo occidental se está derrumbando, a un nivel cultural (en un sentido amplio y omniabarcante del término «cultura») es algo que se está diciendo desde que Friedrich Nietzsche escribió El nacimiento de la tragedia. Después vinieron otros e incidieron en ello (Heidegger, Husserl, Habermas, etc.), con mayor o menor tenacidad. Esto, en las facultades de filosofía y en otras más, recibe el nombre de «crisis de la modernidad» e implica que, de alguna manera, las directrices socioculturales que han venido marcando nuestra forma de vida, que nos han dicho en qué circunstancias es pertinente reír, cuándo toca llorar y qué es concebible, entre otras muchas cosas, están variando debido a otros cambios en nuestra forma de vida, tales como el desarrollo de la técnica, la maduración del capitalismo o la domesticación de Internet.
Luego, la crisis económica actual ha puesto de relieve la crisis de la modernidad, de todo nuestro paradigma sociocultural, llegando más allá de las fronteras de los departamentos académicos. De la noche a la mañana el mundo sabe un montón de cosas que antes no sabía… y se interesa por saberlas, sus condiciones de vida han caído en picado, los hábitos y la forma de leer han cambiado, las formas de escribir un tanto de lo mismo, la televisión ha perdido credibilidad, etc. Pero lo más importante es que esta secuencia de cambios no tiene fin o, al menos, no tiene un fin que podamos vislumbrar.
Y claro, visto el panorama parece lógico preguntarse si ya estamos en una nueva era y cómo lo podemos saber. Desde luego, es una cuestión complicada y lamento decir, para quien esté leyendo este texto, que no tengo una respuesta para estas preguntas. Tengo las preguntas y también tengo una bonita cita de una canción de Albert Plá, de «El gallo Eduardo Montenegro»: «más vale pregunta en mano que cien respuestas volando». Pero tengo algunas cosas más, como por ejemplo una perspectiva sobre estas preguntas y sobre estas respuestas.
Respecto de las preguntas mi perspectiva es la siguiente: en realidad, en sí mismas, no son preguntas ni pertinentes ni impertinentes. Más bien son muy naturales a la luz de los cambios sucesivos que estamos experimentando, los cuales pasan casi desapercibidos porque vivimos en ellos. Probablemente si congelamos el mundo actual y lo comparamos con el mundo de 1980 nos encontraremos con múltiples diferencias y no sé si estos cambios serían solo en la forma de vestir o si los cambios serían también en las formas de pensar, actuar y vivir. Pero, sea como fuere, es importante destacar aquí el hecho de que exista la idea de que la modernidad está en crisis y preguntas sobre si se puede hablar de una nueva era es bastante sintomático.
Luego, sobre la respuesta a estas preguntas tengo esta perspectiva: en realidad no se trata de trazar una fecha, pues con toda seguridad, el mundo el día anterior al descubrimiento de América era exactamente el mismo que el del día después. Ahora bien, a partir del descubrimiento de América se produjeron una cadena de cambios sucesivos que, con el tiempo, hicieron que el mundo post-descubrimiento de América fuera esencialmente distinto al mundo pre-descubrimiento de América. Por supuesto, fue muy posteriormente al descubrimiento de América que los historiadores y otros intelectuales empezaron a hablar de una nueva era. Es de suponer que serán los histiradores y otros intelectuales del futuro los que dirán cuándo comenzó la nueva era y cómo lo saben ellos.