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Propiedad privada: cuestión de convenciones

Publicado por Esteban Galisteo Gámez

Observemos las diferencias entre los enunciados (1) y (2):

(1) Hay un mechero rosa sobre el escritorio enfrente del que ahora mismo me encuentro.

(2) Tengo un mechero rosa colocado ahora mismo sobre mi escritorio.

Es evidente que (1) y (2) son enunciados distintos que expresan proposiciones distintas. Ahora bien, es más interesante el hecho de que, desde cierto punto de vista, el enunciado (1) se limita a describir el mundo postulando una entidad, un mechero rosa, y especificando su localización espacio-temporal. En (2) también se habla de un mechero rosa y de su localización espacio-temporal. Sin embargo, resulta que algunas de las propiedades que se predican de los objetos que se mencionan en el enunciado no las puedo observar, no tengo una experiencia de ellas. En (2) se dice que tanto el escritorio como el mechero tienen, entre otras cosas, la propiedad de ser míos. Y por más vueltas que uno le dé al escritorio y al mechero, no hay modo de ver (o palpar, olfatear, degustar u oír) la propiedad de ser mío en ninguno de los dos objetos.

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Bueno, esto no es en realidad algo que deba sobresaltarnos. El hecho de que tanto el mechero como el escritorio de los que se habla en (1) tengan esta propiedad más allá de la experiencia de la que se habla en (2) no depende de las condiciones físicas, químicas o materiales del mundo, sino de una convención humana. Por supuesto, el hecho de ser una propiedad que algunos objetos de los que pueblan el universo tienen por convención, quiere decir que lo que esa propiedad sea no depende de acontecimientos ocurridos, fortuitamente o no, en la naturaleza, sino de lo que decidamos los agentes racionales que convenimos tal cosa.

La propiedad privada y su relación con la identidad personal

Es interesante notar cómo la propiedad privada se vincula con la identidad personal. Cuando decimos «este es mi mechero» o «esta es mi casa», estamos no sólo afirmando una relación de propiedad, sino también estableciendo un vínculo entre nosotros y esos objetos. De alguna manera, esos objetos se convierten en extensiones de nosotros mismos, en parte de nuestra identidad. Y esta relación no es sólo unidireccional: también nosotros nos definimos a través de nuestras posesiones. Nuestra identidad se construye, en parte, a través de lo que poseemos.

El papel de la ley en la propiedad privada

La ley juega un papel crucial en la definición y protección de la propiedad privada. Sin un marco legal que defina qué es la propiedad y cómo se adquiere, y que proteja los derechos de propiedad, la noción de propiedad privada sería mucho más difusa y problemática. La ley establece las reglas del juego en relación con la propiedad, y proporciona los mecanismos para resolver los conflictos que puedan surgir en torno a ella.

No hay una esencia de la propiedad privada

En este blog se ha hablado mucho acerca de la propiedad privada. Se ha hablado sobre el derecho a la propiedad privada, en la sección de Derecho, sobre su origen, en la de Historia, y acerca de su fundamentación, en esta sección. Nosotros no vamos a hablar de estas cosas, sino que, como se está viendo hasta ahora, vamos a hacer un poco de metafísica. Dicho esto, comenzamos con esta pequeña tesis. La propiedad privada no tiene esencia (ni naturaleza ni nada de eso). Es una convención social, cambiante y dependiente de los intereses de grupos de agentes racionales. Desde esta perspectiva, es distinta a otras propiedades de los objetos, tales como ser líquido o ser mamífero. Igualmente, depende de todo un entramado de convenciones de qué objetos son susceptibles de ser propiedad de algún individuo, es decir, qué objetos tendrán la propiedad de «ser el x de Fulanito» o «ser propiedad de Fulanito».

Sobre la abolición de la propiedad privada

La idea de abolir la propiedad privada no es absurda, únicamente ocurre que usualmente no se expresa con precisión. En mi opinión, abolir la propiedad privada es sinónimo de cambiar el contenido de nuestra noción de propiedad privada. Y cambiar el contenido de un concepto no es cambiar una definición del diccionario, sino cambiar la forma de vida de la que dependen las convenciones sociales que le dan contenido a dicho concepto.