¿Conocer mundo nos hace mejores?
Decía Descartes al inicio de uno de sus libros más famoso que viajar le había reportado tantos conocimientos como podría reportarle a otros años de lectura o estudio. Viajando (creo recordar que se había pasado diecinueve años de un lado para otro), nos dice el pensador francés, se descubre que lo que nos parece una costumbre mantenida por todos no es más que un provincianismo. De esta forma estaremos en una posición mejor para permitir las supuestas excentricidades de los que nos rodean, puesto que ya habremos visto de todo y nos habremos dado cuenta que lo que creíamos común no lo es tanto —o, directamente, no lo es en absoluto—.
Al hilo de esta idea es habitual en nuestros días escuchar que el nacionalismo se cura viajando. Pero esto probablemente sea estirar demasiado la idea cartesiana, y no es esa nuestra intención.
Lo que sí es seguro es que en la actualidad tampoco necesitamos viajar para conocer mundo, para descubrir costumbres extrañas llevadas a cabo por personas a cientos y miles de kilómetros de nosotros. De hecho, gracias a internet descubrimos que nuestras propias costumbres o gustos extraños, aquellas que nos separaban de nuestro grupo local, que ocultábamos por miedo y que nos avergonzaban en silencio, resulta, decía, que descubrimos que no son tan raras y que hay más gente con los mismos gustos, etc. Claro, es lo que sucede cuando estás conectado, o puedes estarlo, con todo el planeta, con 6000 millones de habitantes. Ahora podemos viajar con unos cuántos clicks.
Sin embargo, a pesar de la evidencia anterior, ¿no siguen existiendo prejuicios? ¿No siguen existiendo ideas preconcebidas sobre supuestas actitudes extravagantes? Y no me estoy refiriendo a actos violentos, por supuesto. Más bien a aquello que nos hace referirnos a alguien como un “friki”. Aunque es cierto que está bastante desvirtuada la palabra, y se usa en muchos sentidos, incluso se puede utilizar “cariñosamente”.
En cualquier caso, me refiero a ese sentimiento que nace ante una situación, ante lo que otra persona hace y nos parece extraña, extravagante, y que juzgamos como tal. No conocemos a dicha persona, ni sabemos cómo él, pero la señalamos. Nos reímos de ella delante del televisor o de la pantalla del ordenador, en youtube o en cualquier otra red social.
Curiosamente internet es uno de los lugares donde más acoso hay, donde más se insulta y se violenta, donde más se humilla… A pesar de que a través del propio internet conocemos cada vez a personas más diversas, conocemos otras costumbres y gustos diferentes a los nuestros y a los de nuestro grupo. A pesar de que cumple las funciones de aquello que aseguraba Descartes que viajar conseguía, el provincianismo sigue estando vigente. Es más, al comprobar que nuestras extrañas costumbres son mantenidas también por más gente, nos aseguramos que no somos raros… Eso sí, todos aquellas personas que no son como nosotros, que hacen cosas que nosotros nunca haríamos… Sí, esas son las raras, las “frikis”, las que tienen que ser objeto de burla y mofa.
Internet: revistanerd.com