La metafísica Racionalista de Leibniz
La teoría de la mónada resulta sólida.
Leibniz parte de la metafísica de Descartes, del yo pensante, aceptando distinguir como él las ideas claras de las confusas.
Las ideas claras son innatas y la razón para Leibniz es la que aclara las ideas confusas. No acepta la idea de Descartes de considerar a la extensión como puras figuras geométricas.
A Leibniz le interesa saber cuál es el origen del movimiento, y esa búsqueda lo lleva de este modo al concepto de fuerza. En este sentido, la fuerza para Leibniz no es simplemente un fenómeno físico, sino que tiene un carácter metafísico. La fuerza es la esencia misma de la mónada, es su capacidad para actuar y cambiar.
Para Leibniz, los cuerpos son principalmente fuerzas, energía, conglomerados dinámicos, por lo tanto, rescata la palabra mónada utilizada por los filósofos antiguos, para definir el orden de la sustancia real.
La mónada tiene la característica de ser indivisible y única, no hay dos iguales, no es material, es energía activa con capacidad para actuar, porque la mónada tiene la propiedad de percibir y apetecer.
Su percepción es la representación de lo múltiple en lo simple y está determinada por una ley interna que define su individualidad metafísica sustancial; y su apetición es su tendencia a pasar de una percepción a otra. Esta tendencia es lo que Leibniz llama «conatus», que es la inclinación interna de cada mónada a pasar de un estado a otro.
La mónada también tiene apercepciones, es decir que se da cuenta que percibe, tiene conciencia que está percibiendo. Las mónadas que tienen apercepción y memoria son las almas en un plano superior de la jerarquía metafísica.
El hombre posee un alma con apercepción y memoria y también percepciones sin conciencia. Esta distinción entre percepciones con y sin conciencia es crucial para entender la visión de Leibniz sobre la psicología humana. Para él, nuestras percepciones sin conciencia son igualmente importantes y juegan un papel crucial en nuestra experiencia y comportamiento.
Leibniz reconoce la existencia de un plano aún más alto en la jerarquía metafísica correspondiente a los espíritus. Espíritus para Leibniz son las almas que además tienen la facultad de conocer las verdades racionales y de intuirlas.
En el punto más elevado está Dios, que es la mónada perfecta, donde todas las percepciones son apercibidas, donde todas las ideas son claras y donde se refleja el Universo desde todos los puntos de vista. Dios es la mónada suprema, la fuente de todas las demás mónadas y la causa final de todo lo que ocurre en el universo.
De manera que las mónadas para Leibnitz, están distribuidas en orden jerárquico. Creadas por Dios, tienen esencia, consistencia y una ley funcional interna, por lo tanto, todas las mónadas del Universo tienen una relación de correspondencia armónica.
Las mónadas, cuando desarrollan su propia esencia, coinciden y se corresponden con las demás mónadas en una armonía perfecta. Esta armonía preestablecida es, según Leibniz, la clave para entender la interacción entre las mónadas y la coherencia del universo.
Así resuelve Leibniz el problema filosófico de la separación del cuerpo y el alma. Con respecto al mal, Leibniz nos dice que el mal es necesario porque el mundo es limitado y material; y la materia contiene la privación; y además, si no existiera el mal no podríamos distinguir el bien.
La teoría de Leibniz se considera una doctrina optimista, porque sostiene que el universo de las mónadas es el mejor y el más perfecto de los mundos posibles.