Ontología de la Vida
El cuestionamiento sobre el Ser de la vida como objeto metafísico, plantea problemas diferentes a los que presentan otras esferas de la ontología.
En la vida de las personas hay objetos reales e ideales y también valores, que de alguna forma existen; pero la totalidad de todas esas cosas incluida yo misma, es la existencia.
La existencia en su totalidad comprende lo óntico y lo ontológico, porque yo también estoy incluida, o sea el yo que puede pensar las cosas y las cosas que el yo puede pensar.
Esa existencia total es mi vida, porque yo no puedo saber si algo existe si no existe en mi vida como presencia o como referencia; ya que todo transcurre en mi vida no en otra cosa.
El realismo metafísico nos dice que la vida está en el mundo, mientras el idealismo metafísico nos muestra que todo objeto es objeto para un sujeto, pero mi vida no puede estar en ningún objeto.
Tanto la solución realista como la idealista del problema metafísico están en que la realidad del yo y la realidad de las cosas son aspectos parciales de una entidad más profunda que las comprende a ambas y que es la existencia total, la vida, mi vida, que Heidegger llama “la existencia del ente humano”.
El ente humano comprende la subjetividad y la objetividad, o sea yo estoy con las cosas en el mundo formando juntos la existencia real de la vida humana.
Las cosas reales, los objetos ideales y los valores están en la vida, pero la vida, o existencia, como objeto metafísico no está en ninguna parte.
Las cosas, los ideales y los valores no son independientes pero la vida sí, porque no depende de ninguna otra cosa, por lo tanto es absoluta y auténtica, o como la llama Heidegger, la existencia.
Existe pues la vida que es la única existencia absoluta y auténtica sobre la cual descansan los entes derivados.
La estructura ontológica de la vida tiene tres características esenciales.
La primera es que la vida es determinante, la raíz de todo ente, que no puede ser definida ni determinada.
La segunda es que la vida contiene en sí misma la seguridad de la existencia.
La última, es que la vida es el único ente que se interesa por sí misma y por cualquier ente derivado.
La vida quiere ser vida, quiere vivir, es espejo de sí misma y es variabilidad constante: Para captarla, no podemos utilizar la lógica de Parménides, sino una lógica existencial, porque la vida es sujeto y también objeto, puede ser y no ser; y necesita conceptos flexibles, históricos que permitan la variabilidad, la no identidad.
La vida es ocuparse, hacer, practicar con las cosas; y ocuparse es preocuparse del futuro, porque a la vida le interesa ser, existir y consistir.
No encontramos en la vida y la vida hay que hacerla. Como somos libres podemos hacer o no hacer, pero para vivir libremente tenemos que hacernos esa libertad, porque la vida es un quehacer, una libertad necesaria.
La vida en su raíz contiene dos clases de tiempo: el tiempo que hay en la vida que es el cronológico y el tiempo que la vida es, o sea el pensado.
La vida es el afán de querer ser, la anticipación del futuro. Es algo que corre en busca de sí misma, es el Ser existente, el Ser con tiempo.
La vida es angustia; porque por un lado es la ansiedad de Ser y por otro temor a la nada.
El hombre siente angustia cuando encuentra los límites de su acción, o sea los obstáculos que reflejan el fantasma de la nada.
Pero es de la nada de donde nace todo ente, porque es para salvarse de la nada, para afirmarse como Ser, que el hombre hace todas las cosas.
Fuente: “Lecciones preliminares de filosofía”; Manuel García Morente.