Los Secretos de la Memoria
Algunas personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte, pueden ver desfilar sus vidas ante ellas en menos de un segundo; hecho que permite suponer que nuestra memoria registra todas las experiencias no necesariamente en forma consciente.
La memoria es un mecanismo que para mantener nuestra salud mental, selecciona, filtra y modifica los recuerdos.
Una persona que no pudiera olvidar nada, no podría vivir normalmente; de todos modos, esa porción de acontecimientos y experiencias que recordamos, muchas veces puede hacer muy infelices a la gente, llenarla de culpa y obligarla a permanecer anclada al pasado.
Los hechos significativos vividos se suelen evocar acompañados de las mismas sensaciones corporales; las que pueden aparecer imprevistamente ante una escena o situación que lo evoque en el presente.
Friedrich Nietzsche recomienda olvidar nuestras culpas e inclusive los detalles que parecen más inofensivos.
El olvido parece tener sus propias leyes. Théodule Ribot, filósofo que se anticipa a la psicología científica francesa, descubre en el siglo XIX que los recuerdos más complejos son los más difíciles de evocar a cualquier edad.
A fines de ese mismo siglo, Sigmund Freud, elabora una teoría en base a los acontecimientos o experiencias supuestamente olvidadas, pero que permanecen en el inconsciente y pueden provocar trastornos mentales, como la histeria; considerando que algunos recuerdos reprimidos, de índoles sexual, pueden llevar a un conflicto psíquico. Estos recuerdos se manifiestan en los sueños y en forma de síntomas psíquicos y somáticos.
El objetivo de la terapia psicoanalítica de Sigmund Freud es hacer consciente los contenidos inconscientes que no han sido asimilados e integrados a la personalidad y que aún perturban la vida de un sujeto.
Tener buena memoria hace la vida más cómoda y si se trata de tareas que se hacen habitualmente la memoria es reemplazada por los automatismos.
Tenemos memoria perceptiva a través de los cinco sentidos; conocimientos académicos adquiridos; saberes generales sobre el mundo; memoria laboral que nos permite recordar todas las tareas relacionadas con nuestra ocupación diaria; memoria sobre acontecimientos importantes en nuestras vidas; memoria cotidiana para fijar números de teléfonos, apellidos, rostros, y datos de las vidas de las personas con las que nos relacionamos; compromisos inmediatos e información general; y memoria prospectiva que nos permite recordar lo que tenemos que hacer en un futuro próximo. Pero a medida que pasa el tiempo muchos de estos recuerdos se olvidan.
Para que un episodio se registre en la memoria hay que prestar atención a la situación en su conjunto, incluyendo el contexto temporal, espacial, cognitivo, la conducta y la emoción que suscitó. Los recuerdos emocionales son los más difíciles de borrar y un solo detalle de ese recuerdo puede atraer toda la situación al presente; es por eso que la mayor parte de las reglas mnemotécnicas se basan en la asociación.
La memoria también puede incluir datos que no pertenecen al suceso que se desea recordar, esto suele suceder en una rueda de reconocimiento policial, cuando los testigos afirman reconocer a un delincuente, cuando en realidad se trata de un policía que se mezcla entre los sospechosos.
Aunque olvidemos muchos conocimientos en forma exacta y se pierda información, suele quedar registrado un concepto general sobre ellos que permite que nuestra visión del mundo sea más coherente y clara.
El olvido de lo superfluo, según el psicólogo británico Martin Conway, permite seleccionar lo más importante, incluirlo en nuestra identidad, en nuestra historia y en el sentido de nuestra existencia.
Cada recuerdo modifica el contenido de la evocación anterior, dándonos la oportunidad de reescribir nuestra historia.
Fuente: “Filosfía hoy”; “Las grandes preguntas de la filosofía”.