La Teoría de la Evolución y la Fe
La teoría de la evolución parece incompatible con la fe porque para un científico creer que el mundo surgió en seis días es contradictorio con dicha teoría.
Sin embargo, se puede creer en un creador sin aceptar el cómo dice el creacionismo que fue creado el mundo, como por ejemplo Copérnico, Kepler, Galileo, que intentaron comprender el plan divino de la creación en términos matemáticos.
La idea del diseño inteligente, que propone un ente divino capaz de dirigir el proceso de la evolución, no resiste el análisis científico porque también supone la acción de Dios.
El hecho de que Darwin se refiriera a un mecanismo natural para explicar el surgimiento de los seres vivos, concepto que continúan compartiendo los biólogos evolucionistas, y de abandonar por completo el hecho de que la vida tenga un propósito, parece no dejar espacio para un creador.
Sin embargo, Darwin afirma en su libro “El origen de las especies”, que no ve ninguna razón para que las opiniones vertidas en su obra deban ofender a los creyentes, porque él también diferenciaba, como San Agustín, entre causas primeras y segundas.
La causa primera del mundo es Dios, quien se sirve de causas segundas para impulsar su desarrollo, permitiendo que presidan en el mundo las causas mundanas.
La teoría de la evolución no explica los fenómenos de la cultura humana, tanto espirituales como culturales. Se necesitan otras formas de interpretación para comprender a los seres humanos.
Los animales no han evolucionado culturalmente ni espiritualmente como los seres humanos. Es cierto que lo nuevo surge de lo anterior, pero siempre es algo nuevo que no se puede prever.
Los fenómenos nuevos no son variantes de lo antiguo porque hay diferencias esenciales entre las especies.
La teoría de Darwin describe un mecanismo específico para los seres vivos: la variación y la selección a través de la reproducción. Pero en la cultura es diferente, la transmisión se produce de otra forma, por medio de la imitación, del aprendizaje y las formas, no sólo mediante el número de descendientes.
Los seres humanos poseen un vínculo con sus tradiciones y no hay algo igual en la evolución biológica, ya que lo que se extingue en ella termina definitivamente.
De manera que la religión y la evolución no se oponen, ya que representan dos formad distintas de explicar la vida.
Resulta peligroso, según el filósofo Jürgen Haberlas, querer comprender la complejidad del mundo humano por medios tan sencillos.
Los seres humanos, para solucionar problemas necesitamos criterios éticos, pero para el punto de vista evolucionista el criterio para definir una circunstancia ética debe ser el más fuerte, el más rico o el más útil para la sociedad.
No siempre sobrevive el hombre más fuerte, porque a veces se impone el que parece más cobarde.
La teoría de la evolución no tiene moral alguna cuando propone la supervivencia del más apto, que implica el concepto de que hay vidas que no son dignas de ser vividas. Se preocupa por el origen de las personas, de dónde vienen y para qué sirven, no dejando lugar para la dignidad humana.
Cuando se piensa en el hombre como un medio para alcanzar un fin no se puede ver la dimensión de la finalidad en sí, como la denomina Kant.
En una ética evolucionista tampoco hay lugar para el amor al prójimo.
La ética exige autorreflexión y la idea de la evolución no ayuda cuando nos encontramos en una situación difícil.
Desde la perspectiva de la ciencia la fe es superflua, sin embargo a través de la historia no existía esta oposición entre ciencia y religión.
La religión es una explicación del mundo que le permite al ser humano comprenderlo.
El ateísmo también es una creencia. El ateo cree que el universo es absurdo, no tiene sentido ni propósito; y eso es casi lo mismo que el teísmo, sólo que para ellos no vida no vale la pena.
El sentido de la vida para un ateo es necesariamente mundano, sin posibilidad de trascendencia; en tanto que para un creyente no se limita a lo que realice o hace, porque considera a la vida un don y la muerte como otra vida mejor.
Fuente: «Mente y Cerebro» «Investigación y Ciencia», «Sentido y sinsentido de la fe», Rabea Rentschler y Carsten Könneker, basado en la reflexión entre Franz Wuketits, científico y Richard Shröder, teólogo. Ejemplar No. 45/2010.