Antroposofía-Rudolf Steiner-2da.conferencia
El cuerpo físico es diferente al resto de la naturaleza y esta diferencia se pone en evidencia en el momento de la muerte, cuando se corrompe el cuerpo.
Por esta razón hay que buscar fuera del mundo material el principio que le da al cuerpo físico al nacer su forma, porque es otro mundo el que lo construye.
La tendencia del organismo es el cambio, igual que la naturaleza, pero esta semejanza se manifiesta solamente en lo que el cuerpo elimina.
La ciencia admite que ha habido una evolución en todos los reinos de la naturaleza, o sea que el estado de la Tierra hace muchos siglos fue muy diferente al actual.
Las transformaciones que sufren los alimentos en el interior de cuerpo, cuando son ingeridos, reproducen todo el proceso sufrido por nuestro planeta y representan el estado primitivo de la Tierra.
El globo terráqueo ahora, está regido por ciertas leyes que provocan nuestra muerte, o sea que los hombres obedecen a las mismas leyes que regían en los orígenes de la evolución terrestre, principio que se encontraba en la Tierra pero que posteriormente desapareció.
Nuestro planeta actualmente contiene sólo productos terminales, no principios originales, pero en el hombre se ha conservado el estado primitivo de la Tierra, o sea que el hombre es un microcosmos que puede encontrar en sí mismo su origen.
Para poder acceder a ese principio que la Tierra ha perdido pero que el hombre todavía posee, se debe recurrir a la meditación, porque por medio de la meditación se pueden generar en nuestro espíritu representaciones sobre nuestro origen que no son de este mundo.
La meditación desarrolla la fuerza mental necesaria para lograr representaciones que no provengan de la naturaleza exterior sino del sí mismo, a voluntad.
Cuando se desarrolla el sentimiento interior de sí mismo, se puede comprobar la naturaleza de la fuerza que transforma los alimentos ingeridos en el organismo y los devuelve a su estado primitivo.
De este modo se experimenta en uno mismo al hombre superior, tan real como el físico; y se siente la necesidad de aplicar la misma fuerza del pensamiento, acrecentada, a los objetos externos, o sea que se está en condiciones de percibir los cuerpos etéreos de todas las cosas vivas, incluso de los seres humanos.
La Tierra fue en épocas muy primitivas éter y luego fue evolucionando hasta el estado en que se encuentran actualmente sus elementos inorgánicos, como las piedras por ejemplo. Las plantas aún conservan ese estado original de la Tierra.
Si se desarrolla esta forma diferente de pensar, el hombre puede descubrir el principio etérico que existe tanto en él como en las plantas; y esta visión le enseñará que en otras épocas la Tierra se encontraba en estado etérico, un estado que aún permanece en la actualidad en las plantas, los animales y en el hombre.
Cuando se ha adquirido la fuerza para percibir el éter, uno se convierte en un ser fortalecido; y si luego puede vaciar su conciencia de todo contenido, podrá descubrir en el éter universal donde no hay ninguna imagen, al ser astral, o sea el tercer ser del hombre.
De esa manera se podrá comprobar que uno está constituido en primer lugar por un cuerpo físico; en segundo lugar, por un cuerpo etérico que se puede percibir a través de la meditación y en tercer lugar, por un cuerpo astral.
Cualquier fuerza emanada del cuerpo astral responderá astralmente, porque el generador de esta imagen es el hombre real actualmente existente.
Si nos remontamos a la remota época en que la Tierra era solamente astral, este tiempo no ha dejado de existir, siempre existe y seguirá actuando porque no ha desaparecido.
Así llegaremos hasta algo que existe en Espíritu y que transforma el tiempo en espacio, como sucede por ejemplo con el teléfono, que permite transmitir mensajes a mucha distancia. Podremos de esa forma entrar en relación con cosas que hace miles de años han desaparecido para la percepción física.
Fuente: “Antroposofía”, Rudolf Steiner, Editorial Antroposófica, Buenos Aires, Argentina.