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Sanidad pública mundial

Publicado por Esteban Galisteo Gámez

Es lamentable ver cómo las decisiones políticas que se toman en buena parte de los países occidentales están en contra del sentido común, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y de cualquier justificación ética. Esto es lo que está ocurriendo con la sanidad pública, la cual en muchos países, sobre todo en los de la zona Euro, se está comenzando a privatizar.

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Los derechos humanos

En primer lugar, la Declaración Universal de los Derechos Humanos es clara a este respecto. En el artículo 25.1 se dice que «Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar«. Además, esto se desprende de los artículos 3 y 22. Desde este punto de vista, el no garantizar una sanidad pública a nivel mundial supone, por parte de las naciones que no contribuyen a ello, una violación flagrante de estos artículos.

Lo bueno debe ser universal

Todo lo que es considerado beneficioso para las personas debe ser universalizado, es decir, se debe trabajar para que sea disfrutado por el total de las personas. En el caso de los temas de salud esto siempre se ha dado por sentado, sobre todo en los países en los que existía un sistema sanitario público. Esto se puede justificar tanto desde un punto de vista consecuencialista como desde el punto de vista del deontologismo.

El consecuencialismo evalúa el valor moral de una acción en función de sus consecuencias. En general, estas consecuencias deben servir a un fin, que varía en función de cada concepción consecuencialista particular. Este puede ser maximizar la felicidad en el mundo, minimizar el sufrimiento, maximizar el bienestar, etc. Desde esta perspectiva, se puede considerar que debemos extender al total de la población mundial todos los recursos sanitarios disponibles.

Para el deontologismo, es fácil formular una norma inviolable que nos obligue a extender los recursos sanitarios a toda la población mundial. De hecho, normas de este tipo ya existen, por ejemplo, los mencionados artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos tienen precisamente este formato en un sentido muy literal.

La crisis del ébola: algunas lecciones

El ébola empezó en África y nadie hizo caso. Ahora mismo, ya han salido contagiados del país, la OMS prevé que las cifras se disparen y hay un miedo generalizado a que todo se descontrole. En los países en los que se inició la enfermedad, Guinea-Conakry, primero, Sierra Leona y Liberia, después, apenas hay recursos para hacerle frente. Sin embargo, los países ricos del primer mundo no han prestado atención al problema. Con algo de ayuda económica, recursos materiales y personal sanitario, el brote podría estar controlado a estas alturas. Sin embargo, nada de esto se ha hecho. Ahora, aparte de las más que alarmantes cifras en África occidental, nos encontramos con casos en España y en Estados Unidos, casos que se suman a un miedo generalizado a una catástrofe global.

La lección que podemos aprender de esto es la siguiente: en un mundo tan interconectado, los problemas de salud están también conectados. El brote de ébola de África occidental no hubiera alcanzado las dimensiones globales que está alcanzando si aquella población hubiera contado con los recursos sanitarios necesarios. Desde este punto de vista, la sanidad no debe ser un negocio ni un recurso limitado a quienes se lo puedan pagar. El acceso garantizado a la sanidad de cada individuo es una cuestión de salud pública a nivel mundial, tal y cómo se desprende de la actual crisis del ébola.

Así, la sanidad pública mundial está justificada jurídicamente, desde un punto de vista ético y también sanitario.