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La paradoja de la omnipotencia

Publicado por Esteban Galisteo Gámez

Una de las paradojas más famosas y excitante que se conocen es la llamada paradoja de la omnipotencia, la cual tiene evidentes tintes teológicos. Esta la podemos formular a partir de dos premisas bíblicas, pues aunque en muchas ocasiones se ha tratado separándola de su carácter bíblico, lo cierto es que es allí donde tiene su origen. En este libro religioso hay al menos 66 referencias a la omnipotencia de Dios y queremos destacar estas dos:

(1) «Para Dios todo es posible» en Mateo 19, 26

(2) «Porque nada hay imposible para Dios» en Lucas 1, 37

paradojaomnipotencia

Por otro lado, podemos plantearnos si Dios podría llevar a cabo una acción que negara su omnipotencia. Por ejemplo, tirando de la versión moderna de la paradoja, cabe preguntarse si Dios podría crear una piedra que no pudiera levantar. Si la respuesta es afirmativa, habría algo que Dios no puede, levantar dicha piedra y, por tanto, deduciríamos suponiendo que es omnipotente, que no es omnipotente. Por otra parte, si la respuesta es negativa, la suposición de su omnipotencia nos lleva a negar dicha omnipotencia.

Este es el estado de cosas y, a partir de aquí, se han dado diversas respuestas, desde la Edad Media hasta nuestros días. Por mi parte, quiero dedicar esta entrada a dar mi propia respuesta a este asunto. Según mi punto de vista, tratar de resolver esta paradoja resulta problemático para el creyente y le obliga a ser incoherente consigo mismo. O intenta racionalizar la omnipotencia divina, asumiendo alguna hipótesis ad hoc y rebaja sus cánones de racionalidad de forma arbitraria en este caso concreto, lo que es incoherente con el mismo intento de racionalizar la omnipotencia divina, o bien hace como Peter Geach, que siendo creyente, y por tanto profesando fe en una religión, la católica en su caso, rechaza la omnipotencia divina y la sustituye por otra noción más débil, mostrando así un rechazo hacia el precepto religioso original, el cual debería asumir por fe.

Desde mi punto de vista, el creyente solo puede asumir, si quiere ser coherente consigo mismo, la omnipotencia divina, en el sentido de (1) y (2), apelando a su fe. Ahora bien, si nos movemos en el terreno estrictamente racional, reformular la omnipotencia divina, tal y como se especifica en (1) y (2), nos llevará a comportarnos con esta creencia de un modo distinto a como nos comportamos con creencias paralelas pertenecientes a otros ámbitos, rebajando nuestros cánones de racionalidad en este caso. Racionalizar esta creencia nos lleva a violar nuestros propios criterios de racionalidad, los que asumimos en otros ámbitos paradigmáticos de racionalidad. La opción de Geach, por su parte, conlleva una concepción incoherente de su propia fe, al rechazar la omnipotencia y proponer que Dios es todopoderoso: ¿Su fe le permite creer en algún Dios, pero no cree en la omnipotencia del Dios en el que cree solo porque conlleva paradojas?

El camino de la evidencia

Las totalidades son problemáticas, como puso Bertrand Russell de manifiesto cuando descubrió la paradoja que lleva su nombre en la teoría de conjuntos de Cantor-Frege. La totalidad implicada por el «omni» de omnipotencia no lo es menos. Desde mi punto de vista, la respuesta más evidente para la paradoja de la omnipotencia es análoga a la respuesta de Russell para la teoría de conjuntos: del mismo modo que negamos la existencia de un conjunto que lo contenga todo, porque ello conlleva paradojas, hay que negar la existencia de una entidad omnipotente, porque igualmente lleva a paradojas.

Las respuestas habituales son hipótesis ad hoc

Parece contradictorio que la paradoja de la omnipotencia haya ocupado su lugar en la historia de la filosofía y de la teología, precisamente por hacerla racionalmente creíble, a la vez que para ello se han utilizado hipótesis ad hoc acerca de la omnipotencia, limitándola a lo lógicamente posible (Dios puede hacer todo lo lógicamente posible) o a la naturaleza de Dios (Dios puede hacer todo aquello que no contradiga su naturaleza) o la voluntad de Dios (Dios puede hacer todo lo que no contradiga su voluntad) o a lo que sea.

¿Por qué es aceptable una hipótesis ad hoc para resolver la paradoja de la omnipotencia divina pero no para resolver la paradoja de Russell? A fin de cuentas, parece que a nadie se le ha ocurrido decir cosas como que las propiedades aplicadas a conjuntos no son propiedades genuinas para blindar el principio de abstracción ni cosas por el estilo. Es evidente que el criterio de los matemáticos, los lógicos y los filósofos (los que trabajan en estas áreas) es muy distinto al de los teólogos y filósofos (que se mueven por estos lares).

Desde mi punto de vista, el criterio que tenemos que seguir en un caso y en otro, debe ser el mismo: si lo que queremos es evitar esta clase de paradojas, lo mejor es evitar aquello que las suscita. En este caso, el concepto de omnipotencia. Del mismo modo que se abandonó el principio de abstracción en la teoría de conjuntos porque suscitaba paradojas, se impone negar la omnipotencia de Dios en la teología porque, a efectos lógicos, es idéntico al principio de abstracción: es un axioma teológico. Dios nunca demuestra su omnipotencia, sino solo un gran poder: deja a alguien ciego, envía plagas a Egipto y lo que queramos, pero nunca demuestra que lo pueda todo. Eso es algo que se dice y a partir de lo cual se extraen consecuencias. En otras palabras: el papel de la omnipotencia de Dios en la teoría de Dios, es exactamente el mismo que el papel del axioma, o principio, de abstracción en la teoría de conjuntos de Cantor-Frege.

Del mismo modo que el axioma de abstracción lleva a paradojas irresolubles en la teoría de conjuntos, ocurre con el axioma de la omnipotencia de Dios en la teoría de Dios.

El papel de la fe en esta historia

Antes dije que el criterio para tomar cierta decisión en el campo de las matemáticas era muy distinto que el que se sigue en el campo de la religión, y de la teología, por ello el principio de abstracción fue desechado de la teoría de conjuntos, pero el axioma de la omnipotencia de Dios se mantiene en la teoría de Dios, siendo reformulado mediante hipótesis ad hoc. Lo que he tratado de mostrar anteriormente, es que la vía racional le está vetada al axioma de la omnipotencia de Dios. Si somos coherentes, no estaremos dispuestos a rebajar nuestros cánones de racionalidad de manera arbitraria y, por tanto, no podemos admitir este axioma. Y si lo admitimos, es porque estamos dispuestos a rebajar nuestros cánones de racionalidad de forma arbitraria y para la teoría de Dios, lo que nos convierte en incoherentes.

A fin de cuentas, el creyente siempre tiene a su disposición la fe: creer sin pruebas, por muy irracional que sea la creencia, ¿por qué iba a necesitar rechazar el axioma de la omnipotencia de Dios solo porque no se sostiene lógicamente? Precisamente, en eso consiste la fe: en creer lo que dice el libro sagrado en el que se crea, aunque no se sostenga lógicamente, sea evidentemente falso o absurdo. Sin embargo, la fe no parece contentar demasiado a los defensores de la omnipotencia divina y por ello se esfuerzan arduamente en salvar este axioma desde un punto de vista racional. Nos encontramos aquí con otra incoherencia: por un lado, no se contentan con la fe para creer en la omnipotencia de Dios, pero, por otro lado, su dogmatismo hacia este axioma lleva a rebajar los cánones de racionalidad para la teoría de Dios en general y para este axioma en particular.

La opción de Peter Geach

Mi argumentación se basa en una intuición, a saber, en cierto modo nuestras bases para creer en axiomas lógicos o matemáticos no son muy distintas a las que tenemos para creer en preceptos religiosos. No son demostrobles: los axiomas los creemos porque su formulación es tal que los hace parecer evidentes y los preceptos religiosos se creen porque no creerlos es infidelidad a Dios. Cuando encontramos que un axioma nos lleva a paradojas, lo abandonamos. Tal vez intentemos reformularlo, pero si tal reformulación implica proponer hipótesis para blindar dicho axioma, hipótesis ad hoc, o no resuelve el problema o genera nuevos problemas, lo recomendable es desechar el axioma y reconocer que nos habíamos equivocado con él.

En su lugar, Peter Geach estaba dispuesto a cambiar la noción de omnipotencia tal y como está formulada en (1) y (2), por la de Todopoderoso, en el sentido en que Dios es más poderoso que cualquier criatura y que ninguna criatura puede competir en poder con Dios. Geach, por supuesto, asume que la noción de omnipotencia lleva a absurdos. De este modo, obtiene un nuevo axioma, más débil que Dios es omnipotente, a saber, Dios es todopoderoso. Este está libre de la paradoja, sin embargo, este filósofo neotomista y católico estaría pecando de incoherencia en otro sentido, a saber, limita a Dios porque la noción de omnipotencia es inasumible para la lógica humana, mostrando una preocupante carencia de fe en este caso concreto, algo que es bastante incoherente dada su condición de católico condecorado con una insignia papal.

A este respecto, solo hay tres soluciones: o se acepta la omnipotencia divina por fe, por absurdo que esto sea, o se reformula porque se profesa una fe incoherente consigo misma o simplemente se hace uno ateo y se olvida de estas historias. Mi recomendación, para evitar creer en absurdos o para ser coherente con uno mismo, es hacerse ateo.