El Arte de Ser Feliz – Tercera Parte
Desde esta cosmovisión, proveniente de la intuición de los más antiguos sabios de la humanidad, nada está sujeto al azar. Todo lo que uno ha sido, lo que es y lo que será no debe adjudicarse al destino, ni al lugar donde uno ha nacido, ni a la clase social a la que pertenece, porque aunque estas condiciones pueden influir, no lo hacen en forma decisiva.
Dios es el Todo, lo manifestado y lo no manifestado, lo trascendente y lo inmanente; y el hombre es el microcosmos que representa a Dios dentro de nosotros. Dios es el microcosmos y el macrocosmos, la unidad que funciona solamente para el Bien absoluto y el mal no existe porque no puede haber algo malo en la perfección que solo genera cosas buenas.
Existen cuatro condiciones en nuestras vidas:
La Mente,
El Karma,
El Perdón,
El plan de Dios.
La Mente es una condición porque tenemos libre albedrío y nos convertimos en lo que pensamos. Tenemos la libertad de pensar lo bueno y lo malo.
El Karma, es el condicionamiento de vidas pasadas debido a la ley de causa y efecto, que se cumple en todo el Universo. Es decir, que sobreviven en nosotros, en esta vida, emociones de vidas anteriores que pueden ser negativas o positivas.
Todo tiene una explicación aunque no la sepamos y esta ley es la que se encarga de retribuir según sea lo que hayamos hecho, tanto bueno como malo.
El Perdón, es la actitud mental positiva que nos libera del karma negativo; es la herramienta para borrar los condicionamientos del pasado, tanto de las vidas anteriores como los errores en esta vida.
La reencarnación es una ley de la naturaleza, porque nada desaparece totalmente y todo se transforma; y toda energía puede encarnar en otros cuerpos y en otras formas.
El Plan Divino, que no conocemos, pero supone el Bien Supremo.
Es el hombre con su mente el que crea sus pensamientos, y todo lo malo de este mundo es una proyección mental.
La conciencia crea un mundo, el subconsciente está lleno de experiencias pasadas que hay que desalojar para poder ser feliz en el presente, no aceptando lo negativo y afirmando lo positivo, para llenarnos de imágenes positivas.
La mente supra-consciente se logra cuando podemos proyectar y fijar en nuestro subconsciente sólo lo bueno y la perfección; y sólo cuando estamos en ese nivel somos capaces de manifestar la perfección.
Somos eternos, y una vez que logramos la plena sabiduría ya no necesitamos reencarnarnos porque ya no tiene ningún objeto.
La vida es un constante aprendizaje que no tiene por qué ser con sufrimiento, porque sólo cuando cometemos errores tendremos problemas y dificultades.
Los problemas son producto de la ignorancia, pero si practicamos la actitud de la Buena Voluntad, la Sabiduría y el Amor, los problemas desaparecen y sólo queda la paz y la plenitud.
Si observamos cómo está el mundo veremos que a la humanidad aún le falta mucho para llegar a la sabiduría, que la voluntad parece no existir y que el amor al prójimo brilla por su ausencia, porque sólo existe ambición e individualismo.
Cada ser humano tiene que convertirse en un Maestro, un Profeta, un Santo para transformar el mundo.
El Infierno no es eterno, porque nada es eterno, sólo la vida, el Infierno es donde se pagan las deudas de amor; y el Cielo es nuestro verdadero hogar, el estado de conciencia interna de completa felicidad, condición necesaria para conocer la verdad que nos hará libres.
Fuente: «Los Pilares de la Metafísica», Rubén Cedeño, Editorial Manifestación, 1997, Venezuela