La Fe y la Cultura
La fe puede ser ciega frente al absurdo de ciertas normas de comportamiento social, hasta que tropieza con las necesidades de la cultura; porque las instituciones humanas que simbolizan la fe de un pueblo tienen que adaptarse a los cambios que exigen su economía y su desarrollo social.
En Irán, país islámico, las mujeres están ganando terreno en la sociedad y están atravesando un momento de grandes cambios.
Testimonios de mujeres que han recibido una educación académica afirman que el abismo que las separan de los hombres en ese país, no las relega a un papel de sumisión, como se cree en occidente, aunque aceptan que hay cambios que son necesarios.
Las mujeres que son mayoría en las Universidades de Irán desde hace muchos años; son las que ocupan gran parte de los puestos docentes y las que en mayor proporción estudian, desarrollan actividades artísticas y literarias.
Sin embargo, aunque han logrado grandes avances en el ámbito educativo y laboral, legalmente la diferencia entre mujeres y hombres es todavía enorme.
Divorciarse en Irán suele ser difícil, porque exige que el hombre acepte el divorcio y esto se puede lograr si la esposa renuncia a la compensación económica que su familia dio como dote cuando se casó, monto fijado antes de casarse que la mujer puede utilizar cuando lo desea.
Aunque esté tramitando el divorcio, una mujer casada no puede salir del país sin autorización de su marido ni tampoco relacionarse con otros hombres, porque se considera adulterio. Si se atreviera a hacerlo y la descubrieran, puede ser detenida y condenada a recibir cincuenta latigazos.
La tutoría de los hijos le corresponde a la madre hasta que tengan siete años, después, el tutor es el padre.
En Irán, los matrimonios son arreglados por los padres; y aunque las mujeres pueden elegir entre varios candidatos, apenas los conocen antes de casarse. De manera que eventualmente, el amor en Irán puede comenzar después del matrimonio.
Aunque actualmente existe en las mujeres la necesidad de liberarse de las trabas que les imponen las leyes, ellas aún no se atreven en su país a salir a la calle sin el pañuelo que les cubre el rostro, aunque sean profesionales educadas en occidente y de mentalidad abierta.
En Irán, la cultura puede ser contradictoria, porque por un lado existe la obligación de que las mujeres que desean ser respetadas, observen un recato exagerado en la calle, mientras que puertas adentro es totalmente diferente.
En la vida privada, inclusive en las fiestas o reuniones con parientes y amigos, las mujeres pueden cantar y bailar con toda libertad, lucir profundos escotes y maquillarse.
En la calle los hombres pueden interpretar el exhibicionismo o una sola mirada, como una insinuación de seducción; por esa razón este problema no es para ellas el más apremiante para cambiar.
La lucha femenina se centra más en terminar con las lapidaciones por adulterio, que aunque no se practica en forma frecuente, aún está vigente en el Código Penal.
Una mujer no puede ingresar hoy en día a un estadio de futbol ; tampoco puede viajar en autobús en el sector de los hombres ni tomar taxis conducidos por hombres; y en las playas tienen que ubicarse en el sector femenino.
Esta separación pública entre los sexos es considerada una medida de protección y no tanto una discriminación; incluso muchas mujeres están conformes con ello para no ser molestadas por hombres que no conocen.
Las mujeres en Irán pueden estudiar, trabajar, conducir y votar; sin embargo, cultura y fe parecen contrariarse y oponerse entre sí en una lucha desigual, porque aún persisten antiguos tabúes que a duras penas se mantienen, cada día con menor solidez.
Fuente: “LNR”; “Mujeres en Irán, entre la fe y el desafío”; Natalia Casado; 08/2011.