Conociendo más de cerca la política en Aristóteles
Ya vimos en un anterior post de forma muy resumida cómo concebía la política el filósofo Aristóteles, el cual había sido el resultado de la propia ética aristotélica y parecía -incluso- subordinarse a ella, pues ambas consideran y tratan el bien natural y completo del hombre, a pesar de que éste puede ser deseable cuando interesa a un único individuo, pero puede llegar a ser aún mucho más divino y bello si le interesa tanto a un Estado como a un pueblo entero.
Obviamente, y como es preciso suponer en un primer momento, nadie puede ser virtuoso ni conocer qué puede significar este término tan importante, si no ha sido correspondiente y correctamente educado, punto en el que, Aristóteles, defiende que ha de ser ese mismo Estado el que se haga cargo de esa tarea educativa, defendiendo asimismo (valga la redundancia) una especie de «organización social» en donde ese Estado es anterior a la familia por naturaleza y a cada individuo tomado -propiamente- de forma individualmente, siendo el todo anterior a cada una de las partes.
Por estos motivos, el hombre es considerado especialmente como un animal comunitario o político, pues, aunque existen animales gregarios y rebaños, el hombre y el Estado tienen que ver con otro hombre bien diferente; poseer un lenguaje sería uno de esos elementos que lo diferenciarían, dado que, gracias a éste, el hombre puede comunicarse con sus semejantes y reflejar, por ejemplo, aquello que es justo, injusto, que está bien o mal…
El pensamiento de Aristóteles con respecto al Estado se basa en el hecho fundamental de que sólo él puede bastarse a sí mismo, pero no se trata de una autarquía (dominio de sí mismo, política de un Estado que intenta bastarse con sus propios recursos) únicamente módico, sino humano y ético, en cuyo Estado puede alcanzarse el poder del bien y la justicia, algo considerado como la perfección última que puede obtener el hombre; aquellos individuos justos y de bien.
Es preciso reseñar en este caso de una forma directa que ello no significa que nuestro protagonista defienda un totalitarismo político, pues el fin del Estado es la perfección y felicidad moral de los propios ciudadanos. Se mantiene fiel al esquema de la pequeña ciudad-Estado, recogiendo en él la clasificación llevada a cabo por los sofistas, en donde, recordemos, existía una democracia, una aristocracia y una monarquía, en las que gobernaban los más virtuosos y mejores, haciéndolo bajo el objetivo principal de conseguir sólo el bien común.
La teoría aristotélica es tanto bastante fluctuante como pragmática, criticando la política defendida por Platón (idealista-utópica), pues ésta únicamente puede ser una ciencia empírica, nunca exacta, algo que vendría a estar demostrado por las recopilaciones que sus discípulos llevaron a cabo posteriormente de determinadas Constituciones políticas.
Evidentemente, esta política se caracteriza, como se ha dicho en las líneas anteriores, en que se produce una ruptura con Platón, su amigo y maestro, algo que estaría demostrado en algunos elementos de Aristóteles que son eminentemente platónicos, subrayando en éstos puntos tales como la especie, el carácter separado del entendimiento inteligente, o lo universal como objeto de la ciencia, entre otros. Y es que si Platón opera bajo un modelo «matemático», Aristóteles lo hace bajo un modelo «biológico».
La evolución de su pensamiento le conduce a tratar al hombre como un organismo más, compuesta de forma, de materia, y no sólo como una realidad trascendente, inaugurándose así una concepción de él como ser unitario, único.