El Estoicismo y la Filosofía Romana
Los pensadores romanos eran diferentes a los griegos. Se caracterizaban por ser principalmente prácticos y no especulativos ni metafísicos.
Después de la muerte de Alejandro Magno, en el 323 a. de C., la cultura griega comenzó a formar parte del Imperio Romano.
Las ciudades de Corinto, Esparta y Atenas, sin dejar de ser autónomas quedaron circunscriptas a un área más amplia.
La filosofía se orientó hacia la ética y la práctica volviendo a las enseñanzas de los filósofos presocráticos para explicar el mundo, el estoicismo volvió a la física de Heráclito y el epicureísmo al atomismo de Demócrito.
En Roma, la filosofía formaba parte del ciclo educativo y su principal función era satisfacer las necesidades y las inquietudes religiosas del hombre.
Las clases altas eran incrédulas respecto a la mitología popular, por lo tanto derivaban sus aspiraciones espirituales hacia los distintos cultos que se introducían en el imperio desde Oriente, o se volvían hacia la filosofía, en lugar de adherirse a la religión oficial del Estado, eminentemente práctica.
El estoicismo y el epicureísmo trataban de darle al hombre grecorromano una base segura que orientara su vida como individuo, unos apoyándose en la ética y otros en la religión.
Tanto el estoicismo como el epicureísmo coinciden en una cosa: el ente es cuerpo, aunque para estas doctrinas este concepto tenga un significado diferente.
El epicureísmo sostiene que el materialismo es el resultado del atomismo, es decir, el único sentido del mundo es la voluntad del sabio de ser feliz.
Para el estoicismo el materialismo es sólo una apariencia.
Los estoicos, como Plotino, utilizan los términos “ente” y “ser” sólo para señalar un tipo de ente corpóreo y no para indicar un no-nada, ya que para esto último utilizan el pronombre neutro “ti”, que significa “algo”, afirmando que más allá de ese algo que es cuerpo hay algo que no es cuerpo.
Un ejemplo son los significados que están contenidos en el pensamiento, que se expresan a través del lenguaje.
El desarrollo de la filosofía helenístico-romana tiene tres etapas en el tiempo, desde el siglo IV a. de C. hasta concluir en Alejandría en el siglo VII d. de C, caracterizadas por la filosofía estoica y epicúrea, centradas en la conducta, la felicidad personal del hombre; y orientadas hacia la filosofía presocrática.
En una primera etapa se encuentran el escepticismo de Pirrón y las Academias Media y Nueva, que nacieron en oposición a los estoicos y a los epicúreos.
En una segunda etapa se vivió algo parecido con una marcada vuelta a la ortodoxia filosófica con un profundo interés en los fundadores de las escuelas, sus vidas y sus obras.
La tercera etapa fue el intento de conciliar los elementos destacados de las doctrinas filosóficas considerados válidos y de las religiones de Oriente y Occidente, formando un sistema que reuniera a todas las escuelas filosóficas.
El fundador de la escuela estoica fue Zenón. Uno de sus discípulos fue Crisipo, y sus sucesores fueron Zenón de Tarso y Diógenes de Seleucia. Estos últimos fueron embajadores de Atenas en Roma para intentar conseguir la exención del tributo, causando gran admiración entre los jóvenes romanos.
El pensamiento estoico era contrario a la posición de Platón, y le otorgaba suficiente importancia a la percepción sensible.
Los estoicos fueron considerados empiristas por darle criterio de verdad a la percepción clara.
Aspiraban a orientar la existencia humana hacia la evolución moral del individuo, la cual era considerada la salvación.
En Roma alcanzó su mayor expresión en pensadores como Lucio Anneo Séneca, Epícteto y Marco Aurelio.
Para los estoicos, vivir en armonía con la naturaleza y conforme al orden universal era la base fundamental de la conducta humana.
El estoicismo en Roma se convirtió en la conciencia moral de la sociedad.