Valor y precio
Según Hobbes el valor o la estimación de los hombres (seres humanos, vaya) es el mismo que el resto de las demás cosas. Su precio. O sea:
«tanto como le sería dado por usar de su poder»
Así que dependerá por entero del juicio de otro, de los demás, de aquellos que quieran hacer uso de ese poder o que lo estimen. Siendo, por tanto, el comprador quien fije el precio.
«Porque aunque un hombre {como frecuentemente ocurre) se estime a sí mismo con el mayor valor posible, su valor verdadero no es otro que el estimado por los demás»
Esta forma de vernos y de ver el mundo social probablemente nos resulte descorazonadora. ¿Acaso no nos han dicho que no hay que confundir valor con precio? ¿No se supone que todos los seres humanos tenemos el mismo valor, por el mero hecho de serlos? Y, también, ¿no se supone que debemos querernos, sin importar lo que piensen los demás de nosotros?
Pero aquí es donde entra en juego una distinción importante. El valor y el precio son dos conceptos que, aunque a menudo se usan indistintamente, no son lo mismo. El valor es una medida subjetiva que refleja cuánto algo significa para alguien. El precio, por otro lado, es una medida objetiva que refleja cuánto alguien está dispuesto a pagar por algo.
Esta visión de los seres humanos como mercancías que deben ser vendidas y compradas por otros seres humanos, siendo los compradores a la vez vendedores y mercancías, nos resulta un totum revolutum bastante indigesto. Aunque tampoco es que lo podamos descartar por entero, sin mayor consideración.
Resulta que si una persona no trabaja, por los motivos que fuera, a la larga, en todas los Estados, muy probablemente se quedará sin cobertura estatal. Con suerte, de tenerlos, será ayudado por amigos o familiares, o vivirá de la caridad, pero será apartado, invisibilizado. Y es que sin trabajo no parece que seamos útiles, de alguna forma, nuestro valor (nuestro precio) disminuye.
Lo mismo ocurrirá con una persona que no tenga documentos que acrediten que su estancia en un territorio está bendecida por las administraciones que rigen dicho territorio. Sus poderes decrecen y con ellos su valor (su precio), así que tendrá menos derechos y no tendrá cobertura estatal, o la verá francamente disminuida. Naturalmente, y por si queda alguna duda, me estoy refiriendo a las personas conocidas como inmigrantes ilegales. Si no hago uso del término es, sencillamente, porque no comprendo que se entienda que una persona sea contraria a la ley por su esencia, no por lo que hace.
Pero, ¿qué pasa cuando el valor y el precio entran en conflicto? ¿Qué sucede cuando alguien valora algo más de lo que su precio sugiere? Aquí es donde la teoría de Hobbes se vuelve especialmente relevante. Según Hobbes, el valor de una persona no está determinado por lo que esa persona piensa de sí misma, sino por lo que los demás están dispuestos a pagar por ella. En otras palabras, el valor de una persona es su precio de mercado.
Considero que las cosas no deben ser como las plantea Hobbes y que, en gran medida, no son así. Pero, desgraciadamente, como análisis y no como precepto a seguir, sigue siendo pertinente puesto que parece que el valor de una persona depende de su status social, de su pertenencia territorial, de su nacionalidad y de otros elementos que parecen determinar su precio, entendido esto lo que conseguirá a cambio de lo que porta (todo ese bagaje que hemos referenciado en la línea anterior).
Imagen: transicionestructural.blogspot.com.es