El fin
Escribió Horacio en sus Epístolas, en una de ellas, que «preferiría pasar por loco o por tonto con tal de que mis errores me complazcan o me pasen desapercibidos, antes de ser sabio y rabiar». Y es que hay muchos que piensan que si el fin de nuestras es la felicidad, todo lo demás es accesorio. Ser feliz es el único objetivo, cuando menos es el último, y todo lo demás se debe supeditar a él. ¿Qué más dará, entonces, ser considerado tonto o loco o cualquier otra cosa si esto no afecta a mi felicidad? O, al contrario, por alguna extraña razón, la acrecienta. Es cierto que habitualmente no suele ocurrir así, pero siguiendo este pensamiento, el ser considerado loco o tonto no sería malo per se, sino dependiendo de sus consecuencias.
Otros pensadores, otras personas en general, son de la opinión contraria. Más concretamente, aseguran que aunque la felicidad sea importante para nosotros no es lo más importante, no es el fin último por el que deberíamos movernos. De hecho, actuamos en muchas ocasiones en contra de nuestra felicidad, y no sólo por desconocimiento o vicio —como se podría asegurar de los fumadores en particular y de los adictos en general— sino conscientemente.
Son dos posturas aparentemente opuestas que llevadas al extremo difícilmente son defendidas por ninguna persona.
En el primer caso, si tiramos del hilo hasta que esté a punto de romperse, descubrimos que habría que preferir ser una gallina feliz que un ser humano desgraciado. Pero no parece que sea algo que nadie desee. No niego que no exista una persona en el mundo que no desease ser una gallina feliz, incluso que no desease ser una gallina infeliz, pero no parece ser un sentimiento común ni generalizado. Deberíamos encuadrarlo dentro de lo bizarro, y es un análisis que se escapa de la intención de este artículo.
Por otro lado, haciendo el mismo ejercicio reflexivo con la otra postura, tendríamos que definir muy bien qué es lo que es más importante que la felicidad y si, realmente, es algo diferente a la felicidad. Porque aquellos que aseguran que el fin es la virtud, también admiten que esta es la que reporta la mayor felicidad, así que siempre nos quedaría la duda de saber si buscamos la virtud porque nos hace felices o si somos felices porque somos virtuosos —el que lo sea—.
Resulta que, en general, la felicidad que buscamos es una felicidad humana, y somos conscientes de que es limitada. También, habitualmente, actuamos como si nos importara el bienestar de otras personas, aunque esto pueda reducir nuestro nivel de felicidad. Y aunque es cierto que no es fácil discernir entre lo que hacemos egoístamente —por nuestro bien, por nuestra felicidad— y altruistamente —por el bien de los demás— no solemos admitir que no pensemos en los demás, así que tenemos que admitir que no sólo actuamos por nuestra propia felicidad.
La amistad, el respeto de los que nos rodean o el amor, por poner tres ejemplos, son cosas que nos suelen reportar felicidad pero, ¿acaso no son buenas per se?
Imagen: tudivinidad.blogspot.com.es