Contradicción
El principio de no contradicción es considerado a veces un principio ontológico “una cosa es imposible que sea y al mismo tiempo y bajo el mismo respecto, no sea”; y otras veces, un principio lógico en amplio sentido “lo que es, es y lo que no es, no es”; y otras, un principio psicológico: “no es posible pensar “p” y “no p” al mismo tiempo”.
Característica es la posición de Hegel al considerar las bases del movimiento interno de la realidad, contrarias.
Marx propone una dialéctica en la que el principio de contradicción queda desbancado.
Engels propone dos leyes dialécticas más: la ley de la negación de la negación y la ley de la coincidencia de los opuestos.
Lo cierto es que la contradicción parece no tener sustento en la realidad, sin embargo, la realidad está llena de contradicciones.
Tal vez, cuando desaparezca toda contradicción, los humanos podamos lograr ser pacíficos y felices o quizás la contradicción sea la característica que nos distingue y el destino de la humanidad sea vivir siempre haciendo equilibrio al filo de la navaja.
En Oriente proponen que la vida es la constante interacción de los contrarios, el bien es parte del mal y el mal es parte del bien; no existen los polos separados sin su respectivo contrario.
Las crisis y los cambios que provocan la oposición, da lugar al juego de las polaridades, porque sin polaridades no habría crecimiento.
Sin embargo, la paradoja es que para vivir tenemos que tomar partido, tener una posición tomada lo suficientemente flexible como para poder conciliar con las posturas contrarias.
Contradicción desde el punto de vista existencial es pensar una cosa, decir otra y hacer otra.
Los pueblos para crecer y madurar tienen que aprender a vivir en el caos, porque del caos surgirá finalmente el orden.
Argentina es un país adolescente, en consecuencia siempre en efervescencia. Nos peleamos, nos amigamos, nos damos vuelta como una tortilla y sin embargo no crecemos; seguimos estando en el nivel de civilización que aún se debate en sucesivas contradicciones.
Hasta ahora, sólo sabemos lo que no queremos, como los chicos, pero aún no sabemos lo que queremos.
¿Con quiénes nos identificamos los argentinos? ¿Con los españoles, que fueron los que conquistaron América?». No…, no creo que nos hayamos identificado con ellos.
Algunos argentinos alguna vez se identificaron con los franceses, por eso Buenos Aires se parece a París; otros se identificaron con los italianos, para justificarse cuando ceden a sus pasiones; otros, con los ingleses, porque son tan tradicionales, tan ingleses; pero ninguno se identifica con los chinos que son un ejemplo de disciplina, educación y trabajo.
Tampoco los argentinos nos identificamos con los norteamericanos, porque tenemos una vena socialista y no queremos parecer demasiado pragmáticos ni pegados al dinero ni consumistas como ellos, aunque nos guste vivir como ellos sin que nos falte el último teléfono celular y el último televisor plasma.
¿Con quiénes elegimos identificarnos los argentinos? Urge tomar una decisión, porque en el medio de tanta anarquía de pensamiento nos estamos hundiendo poco a poco.
Para lograr la identidad como pueblo hay que tener identificaciones firmes y mantenerlas, con culturas que nos resulten significativas y lograr una identificación propia única y diferente a partir de ellas.
La Argentina es como un niño huérfano que se ha criado desde el nacimiento en muchos hogares distintos. ¿A quién se querrá parecer ese niño cuando llegue a la adolescencia y esté en el proceso de la búsqueda de la identidad y del sí mismo?
Esto es un enigma, hay que esperar que crezca y que tome una decisión, pero sin duda le costará más que a otro niño que se ha criado con sus padres en el hogar donde nació.
Lo mismo nos pasa a nosotros como pueblo, hemos tenido muchos padres, por eso tenemos que seguir creciendo hasta lograr tomar una decisión sobre qué cultura queremos llegar a ser y luego tener la tenacidad y la coherencia necesaria para mantenerla.
Tenemos que aprender a pensar como pueblo y no individualmente, porque la patria no la hace el hombre individual pensando sólo en sí mismo, la hacemos todos pensando en ella.
Fuente: «Diccionario abreviado de Filosofía», José Ferrater Mora