Muerte Impiadosa
María tiene 96 años y vive desde hace unos años en un hogar de personas mayores donde también residen personas más jóvenes que están solas. La idea de internarse en una institución fue de ella, ya que deseaba ser atendida y no tener que tener más las responsabilidades de una casa.
Tuvo tres hijos, dos varones y una mujer; los tres casados, el primero de ellos fallecido hace algún tiempo. Tiene además seis nietos y un bisnieto.
Hasta hace poco tiempo gozaba de buena salud, pero hace un mes sufrió un episodio infeccioso de vejiga que la deterioró en poco tiempo. Fue medicada con antibióticos pero dejó de comer y ya no se levantó más de la cama.
Pasan los días y su estado se ha vuelto casi vegetativo. Como apenas puede ser hidratada por boca, porque se niega a tragar, se le administró suero endovenoso hasta que sus venas se resistieron.
Las últimas noticias indican que será internada para colocarle un catéter en el cuello para poder continuar con su hidratación endovenosa.
Este procedimiento implica su traslado a un centro asistencial, someterla a una intervención en la cual le deberán realizar un corte en el cuello para colocarle el catéter, para posiblemente lograr que viva unos días más.
La decisión de continuar con esta práctica es de la familia, que en lugar de tomar una decisión, está esperando la opinión del médico al respecto.
El médico de cabecera ya se ha manifestado en cuanto a las escasas posibilidades de supervivencia de su paciente, sin embargo no puede tomar él la decisión, ya que como médico su objetivo principal es conservar su vida.
Los dos hijos tienen opiniones diferentes, mientras uno opina que hay que continuar con los procedimientos para conservarla con vida el otro piensa que es mejor no hacerla sufrir más y evitar su internación.
A la paciente no se le puede consultar porque no puede brindar ninguna información, manteniéndose tranquila sin medicación y sin sufrimiento.
Me pregunto cuál es la decisión más acertada en estos casos, que se repiten cada día más, en esta época en que la ciencia ha progresado tanto.
No lo sabemos; porque cada caso, aunque parecidos unos a otros, es diferente y exige un tratamiento personalizado; pero sí es cierto que es necesario que la gente tome conciencia, que tomar la decisión de continuar con tratamientos médicos artificiales y cruentos para mantener con vida a una persona de edad avanzada que ya no se alimenta ni bebe y que se encuentra en un estado casi vegetativo, es responsabilidad exclusiva de la familia, no del médico, y que es importante que los responsables de esta decisión se pongan de acuerdo y que se decidan por la alternativa que signifique un menor sufrimiento para el paciente, cuando ya no le queden reales posibilidades concretas de sobrevivir.
A veces, tomar la decisión en estos casos, reaviva antiguas culpas de los familiares, que no les permiten actuar con sentido común, y tratan de reparar con la actitud de mantener a la persona con vida, situaciones del pasado que han quedado pendientes, que no fueron elaboradas adecuadamente en su momento.
Lo mejor para liberarse de antiguas culpas no es someter a un familiar directo a mayores sufrimientos sino pedirle perdón mientras está vivo, porque sin duda escucha lo que pasa a su alrededor y están todavía a tiempo para reconciliarse.
Porque reconciliarse en vida con los seres que han sido significativos es necesario porque significa liberarse para siempre de pesadas cargas emocionales que trastornan el carácter y perturban la vida.