El Despertar Espiritual
La diferencia entre un escéptico y un creyente no es tanto el hecho de creer o no creer sino de la claridad de su percepción.
La mayor parte de los creyentes buscan una señal de Dios y sentirse conmovidos por esa experiencia.
Este nivel de conciencia es el de los santos; un salto en la percepción que permite concebir a Dios como una certeza sin la más mínima duda; y este es el despertar de la conciencia.
Lo particular de este estado es la vivencia de que el mundo cambia a nuestro alrededor, porque el dualismo entre el yo y el mundo desaparece y podemos volver al estado inicial de la vida; la luz en plenitud, la conexión con el campo virtual que es más nuestro origen que nuestro destino.
Esta conciencia en estado puro está entre la nada y la luz visible, nivel accesible para nuestro cerebro que surge como conciencia de algo.
No sabemos qué es la energía en estado virtual ni tampoco la podemos medir. El campo virtual se considera que funciona entre partículas subatómicas o sea en un espacio virtual.
Una partícula subatómica no es una cosa material sino una alteración en un campo, un suceso cuántico que algunas veces está representado por una onda.
La sabiduría de los Vedas coincide con la ciencia al considerar al éxtasis como el estado inalterado de la materia y al mundo como el estado alterado.
Aunque las cosas del mundo material nos parezcan diferentes, todas derivan del mismo principio básico.
El orden y la simetría son las claves de la vida y es posible que el nivel cuántico sea la transición hacia Dios.
Cuando se produce el despertar de la conciencia toda la realidad que conocemos se transforma en espíritu puro, manifestaciones de la misma naturaleza espiritual.
Cuando los niveles invisibles se funden en los visibles, el despertar espiritual puede desconcertarnos, porque el cerebro tiene que interpretar nuevas sensaciones que no son de este mundo, principalmente la de la conciencia pura.
La conciencia pura es estar despierto y vivo sin las limitaciones del cuerpo y sin los pensamientos.
Una sensación parecida se siente en el instante de despertarse por la mañana y antes de quedarse dormido por la noche, que es cuando tenemos conciencia pero aún no tenemos pensamientos ni sentimiento de quiénes somos.
Esta sensación se asemeja al despertar religioso, cuando nos liberamos de las ataduras de la materia y de las leyes de la naturaleza; y el gozo eterno es el estado del alma.
Esta realidad virtual se puede alcanzar durante la vida, pero es fácil volver a caer en la realidad de las apariencias ni bien dejamos actuar a la personalidad frente a los hechos de la vida cotidiana.
La posibilidad de un cambio de perspectiva existe, porque lo esencial es que la mente puede abrirse a la luz, si abandonamos nuestros viejos puntos de vista, que toman como centro de referencia al Ego.
La luz significa claridad de conciencia, inspiración, santidad y hasta represente el espíritu encarnado de la esencia de Dios.
La conciencia elevada es una herencia cósmica común a todas las religiones.
La realidad fluye en forma permanente desde el nivel virtual al cuántico al material.
Desde el punto de vista místico es el río de la vida que comienza en la mente de Dios antes de aparecer como un acontecimiento u objeto.
La mente no es el cerebro, la mente está en el campo virtual y el cerebro capta sus señales y las interpreta. No ocupa un lugar físico en el espacio tiempo y tiene que tener su propia fuente de energía, además de la energía del cerebro, porque ésta energía cerebral no puede explicar cómo sobrevive a los traumas y puede recordar cosas que suceden durante un coma profundo o bajo anestesia.
La mente elevada tiene que actuar en las diminutas sinapsis entre dos terminaciones nerviosas, o sea en el campo virtual y no material del cerebro.
El cerebro registra y la mente percibe y le da un significado.
Todos estamos conectados al espíritu, sólo que no lo dejamos entrar por temor a las intensas emociones que ocurren a nivel místico, difíciles de entender o aceptar.
Fuente: «Conocer a Dios», Deepak Chopra.