Einstein y la Educación
Einstein dice con respecto a la educación, que enseñar una especialidad no es suficiente, porque de esta forma los individuos se convierten en máquinas o en animales amaestrados para ser utilizados como objetos.
Para tener una educación que resulte válida, el hombre tiene que sentir todo aquello a lo que aspira, impresionarse por lo bello y moralmente bueno y aprender a comprender a los otros para tener una actitud recta con ellos y con la sociedad.
Estas condiciones se consiguen conectándose en forma personal con los maestros y con la ayuda de los libros de texto.
Saber de Humanidades es lo que Einstein recomienda más que saber de Historia o Filosofía.
Las bases de la ciencia especializada se destruyen, al perder de vista el espíritu de la vida cultural y dándole excesiva importancia a la competencia y a la especialización para mejorar las ganancias.
Una educación válida exige desarrollar el pensamiento crítico e independiente de los alumnos, condición que está en riesgo debido al exceso de asignaturas, hecho que promueve la incorporación de conocimientos sin profundidad y la carencia de un nivel de cultura verdadero.
Aprender no debe ser una obligación sino uno de los mejores regalos que uno pueda recibir.
Para Einstein, el ejemplo es la mejor educación, cualquier ejemplo, incluso el de un monstruo.
Es tarea del maestro despertar la curiosidad, el entusiasmo por el trabajo y por el saber.
La educación es la herencia que los seres humanos heredamos de muchas generaciones que se esforzaron en su trabajo, y esa es la verdadera inmortalidad, transmitir cada uno el trabajo que hace.
Interrumpir el ejercicio del intelecto en los años destinados al desarrollo, deja un vacío que más adelante no se puede llenar.
El trabajo en comunidad aumenta la capacidad para comprender otras culturas en cualquier circunstancia.
La ciencia no nos puede salvar de la falta de nobleza que tiene actualmente la existencia social e individual.
Es de importancia vital encontrar una estructura ético moral para la vida en común de los ciudadanos, porque la sobre valoración del intelecto en la educación orientada hacia los resultados y lo práctico ha afectado los valores éticos.
Más peligrosas que el desarrollo tecnológico es la falta de consideración mutua y la forma de pensar puramente pragmática que prolifera y que enfría las relaciones entre los hombres.
El desarrollo espiritual se basa en la libertad de opinión y de enseñanza y en priorizar la búsqueda de la verdad antes que cualquier otra cosa.
Muchas son las materias y pocos los profesores con verdadera sabiduría y nobleza; y muchas son las instituciones educativas pero pocos los jóvenes que anhelan la verdad y la justicia.
Cada generación tiene el característico espíritu de su tiempo y para transformarlo es necesario que todos contribuyan; y cada uno debe tener su opinión personal basada en lo que ha leído y no en lo que les dicen otros.
Los alumnos deben saber que es difícil encontrar un espíritu de investigador científico que no tenga religiosidad alguna. Pero la religiosidad de un científico no es la del hombre ingenuo que cree en un Dios que premia y castiga y con el que tiene una relación personal. El investigador se maravilla de la causalidad de todos los hechos, de que el futuro sea tan determinado como el pasado y de que la moral sea puramente humana.
La religiosidad del científico es el asombro de la armonía que existe en la naturaleza, que se muestra mucho más racional que el hombre mismo,
Este sentimiento es el sentido principal de la vida de un investigador, que le permite trascender cualquier deseo egoísta.
Sin duda todos los creadores y religiosos de todos los tiempos compartían este sentimiento.
Fuente: “Einstein – Vida, pensamiento y obra”, Colección Grandes Pensadores, Ed. Planeta DeAgostini, 2007