Las Enseñanzas de un Profeta
Khalil Gibran, nacido en 1883 fue un afamado escritor árabe. Su obra obra maestra fue el pequeño libro “El profeta”, que fue traducido a casi todos los idiomas y publicado múltiples veces.
Las enseñanzas que transmite en esta obra no pertenecen al tiempo ni a ningún lugar en particular, porque son para el hombre universal y para todos los tiempos.
En este pequeño libro trata todos los temas que preocupan a la humanidad y revela los secretos de la sabiduría milenaria oriental.
Cuando Khalil se refiere a los que se han ido de su tierra y desean regresar al lugar donde han nacido, dice que recién cuando quieren emprender la partida, todos los que lo han conocido, se lo impedirán, porque el día que intente partir será también el día del reencuentro y de la cosecha que obtuvo sin haber sembrado.
En cuanto al amor, cuando se presenta hay que seguirlo, aunque sea una senda dura y llena de obstáculos, entregarse a él aunque uno se lastime y creer en él aunque no cumpla con nuestros propios sueños, porque sólo el amor puede descubrir lo que guardan nuestros corazones.
El amor no da nada ni toma nada, sólo se da y se basta a si mismo, no se puede dirigir sino que es él el que dirige.
Sobre el matrimonio, es necesario dejar espacios en la compacta unidad de dos y no hacer del amor una atadura; compartir pero sin beber de la misma copa y conservar la propia soledad sin estar demasiado juntos, porque nadie puede crecer a la sombra del otro. En el amor hay que entregar el corazón sin garantía porque es la vida la que manda.
Y con respecto a los hijos, no son nuestros porque son hijos de la vida; hay que darles amor, no pensamientos, porque pueden pensar por si mismos y podemos ser como ellos pero no intentar que ellos sean como nosotros, porque la vida no va hacia atrás sino hacia delante.
Cuando se refiere al dar, señala que hay que dar sin esperar nada a cambio. Muchos conservan lo que tienen por temor a necesitarlo mañana, pero tener miedo de una necesidad es lo mismo que padecerla y en cambio los que creen en la generosidad de la vida nunca necesitan.
Dar para obtener reconocimiento no tiene mérito alguno. Mejor es dar sin que nos pidan y estar atento al que necesita, porque dar solo a los que se lo merecen no es actuar como la naturaleza que es generosa con todos; y no hay que olvidar, que lo que no damos nosotros en nuestro tiempo lo darán nuestros herederos en el tiempo de ellos.
Sobre el trabajo, sólo el trabajo hace que el paso de las horas se convierta en música porque si no se lo ama resulta vacío y sin sentido. Sólo estando armonizado con el trabajo se ama la vida y se conoce su secreto.
Trabajar con amor es poner el propio estilo en las cosas, porque en las obras está la forma del alma.
Sobre el crimen y el castigo, cuando alguien tropieza y cae, sirve de advertencia para todos los que están detrás, porque tanto el malvado como el manso pueden caer más bajo que la sombra que está en todos.
La víctima también es responsable de su propio asesinato y el que roba también tiene parte de la culpa; y a veces, el culpable es la víctima del que lo asesinó, porque el justo y el caído son el mismo hombre.
Mucho de nuestro dolor es autoinflingido, producto de nuestro ego enfermo.
Con respecto a las leyes, deben permitir la libertad para Ser ¿quién puede ordenar a una alondra que no cante?
Libre es el que pasa sus días sin zozobras y puede dormir tranquilo, porque la libertad que el hombre pretende es la cadena más pesada que existe, aunque lo deslumbre.
La razón y la pasión son el timón y las velas de nuestras almas navegantes; y si el timón y las velas no funcionan nuestras almas quedan a la deriva.
Fuente: “El Profeta”, Khalil Gibran, Editorial Goncourt, Buenos Aires, 1972.