Julián Marías sobre el Ateísmo
Según el filósofo español, Julián Marías(1914-2005), discípulo de Ortega y Gasset, la filosofía europea del siglo XIX no se ocupaba particularmente del tema de Dios, que sólo era tratado generalmente por pensadores de tradición escolástica.
A fines del siglo XIX y principios del siglo XX, se vuelve a plantear activamente este problema precisamente en la ciudad de Salamanca con Miguel de Unamuno, quien se centra además en el tema de la muerte y de la inmortalidad, cuestiones que habían sido desplazadas y que descalificaban a los que se atrevían a hablar de ellas.
Para Unamuno, Dios representa el garante de la inmortalidad personal y de la esperanza en una vida después de la muerte. Dios no se presenta como fundamento del universo ni tiene un papel clave en la ontología de Unamuno, sino que es la realidad la que le da sustento a la inmortalidad con una función personal, no cósmica.
En la fenomenología de Husserl Dios es un concepto límite; y en Scheler, a pesar de su interés religioso, su filosofía se orienta hacia los valores y le otorga a Dios un papel secundario.
En Heidegger, este tema está tan ausente que muchos lo consideran erróneamente ateo.
Gabriel Marcel tiene una postura teísta pero tampoco encara este problema.
Sin embargo, el tema de Dios cobra un nuevo brillo en las filosofías que se definen de algún modo como existenciales.
Entre estas doctrinas se distinguen:
Hidegger, que trata el problema del Ser en general, que para dilucidarlo, exige como condición el análisis del existir y que por esta razón a su filosofía se la denomina existencial.
Jaspers, cuyo pensamiento se podría definir como la filosofía de la existencia, plantea el problema de la trascendencia, pero no es específico con respecto a Dios.
El existencialismo de Jean Paul Sartre, y de sus continuadores, mantienen el concepto básico según el cual la existencia del hombre precede a la esencia.
Estas corrientes de pensamiento llamaron mucho la atención tanto a los europeos como a los americanos y al mundo entero, después de la segunda guerra mundial, y fue una respuesta para un determinado momento histórico; pero actualmente está perdiendo vigencia, porque la historia de la filosofía es la búsqueda de respuestas para los interrogantes de cada época.
Las doctrinas existenciales se centran en el tema de la libertad y en la condición del hombre de tener que elegirse a si mismo; plantea la cuestión de la soledad, el problema de la responsabilidad, el desamparo, el dolor, la angustia y la náusea.
El ateísmo tiene distintas interpretaciones; por ejemplo, al pensamiento actual le preocupa el tema del sentido del Ser, porque el absurdo parece acechar al hombre de hoy y es en esta cuestión donde se plantea el tema de Dios.
No hay ser humano sin motivación, por eso la conducta humana siempre tiene un sentido; y el absurdo supone la existencia previa de un sentido.
Para Sartre, el hombre es una pasión inútil y con esta tesis se llega a una posición atea, porque no hay naturaleza humana, dice Sartre, y el hombre elige ser quien es, su vida tiene sentido personal pero la vida en su conjunto no.
Julián Marías nos dice al respecto que el hombre no tiene naturaleza como cosa, porque no es una cosa pero como hombre tiene historia, tal como afirma Ortega y Gasset.
Es falso por lo tanto lo que dice el existencialismo de Sartre, que el hombre es nada o nadie y además es exagerado decir que el hombre es pura elección, ya que no elige ni su circunstancia ni su vocación, porque el hombre elige mientras vive pero no todo.
Otra forma de ateísmo son las filosofías que se fundamentan en el análisis lingüístico y la epistemología, basándose en un positivismo extremo.
Estas filosofías no dicen que Dios no existe, sino que si existe o no existe son dos tesis opuestas que no tienen sentido y es científicamente incontrolable, que es la forma del ateísmo actual.
Marías se pregunta cómo saben los científicos que estas tesis son incontrolables, porque existen muchas cosas que aún no se han podido comprobar empíricamente y no por eso han sido descartadas de plano.
Fuente: “Sobre el Cristianismo”, Julián Marías, Planeta Testimonio, 1998