Aseguraba Hume que la debilidad, el miedo, la ignorancia y la melancolía son las fuentes de la superstición. El ser débiles no nos permite afrontar la verdad, por muy dura que sea ésta, lo que nos lleva a zafarnos, a buscar recovecos, falsos atajos y todo lo que se nos ocurra para sentirnos seguros. Aunque, curiosamente, todo lo anterior nos lleve a tener principalmente miedo. Y es éste, sin ninguna base racional, fruto de nuestra debilidad, el que nos mueve a escondernos bajo los faldones de lo que creemos que nos puede cobijar. Así que no salimos fuera a buscar, a intentar entender el mundo, por lo que nos convertimos en seres ignorantes. Finalmente, nos vemos obligado a imaginar un mundo, donde no sentiríamos miedo, donde podríamos evadirnos de nuestra debilidad… Un mundo que anhelaremos, aunque no exista, lo que nos convertirá en seres melancólicos.
Realmente, el pensador escocés no desgranó sus propuesta, a la manera que lo he hecho yo, pero eso no es óbice para que lo anterior nos sea útil para comprender lo que él quiso decir y, de paso, estirar un poco sus palabras para acercar el ascua a nuestra sardina.
Es decir, si somos supersticiosos es porque somos miedosos, ignorantes, débiles y melancólicos. Y aunque según la primera acepción del DRAE, superstición es una: