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«Pienso, luego existo»

Publicado por Esteban Galisteo Gámez

Vamos a dedicar esta entrada a explicar la cita que hemos utilizado como título. La cita pertenece a René Descartes, un filósofo francés que tras largas dudas llegó a la conclusión de que existía. Ahora en serio, Descartes llegó a la conclusión de que «pienso, luego existo» era una verdad fundamental, segura, clara y distinta, una verdad de la que era imposible dudar y, en tanto inmune a toda duda, una verdad candidata a ser fundamento seguro y firme de todo nuestro conocimiento.

pienso, luego existo

Caricatura de René descartes realizada por Anthony Garner, del libro «Filosofía para bufones», de Pedro González Calero.

En busca de la certeza

Llamamos certeza a una actitud hacia una determinada proposición. Cuando creemos algo con certeza, no tenemos dudas de ello. Descartes quería un fundamento firme para las ciencias y este fundamento solo lo podían dar las verdades de las que no cabía la posibilidad de dudar, es decir, las certezas. Así que Descartes, que buscaba una primera verdad que fundamentara todo el conocimiento, elaboró un método para descubrir certezas.

La duda metódica

La duda metódica es el método de Descartes para descubrir verdades ciertas. En general, se opone a la duda escéptica en que la duda metódica tiene un carácter constructivo y provisional, mientras que la duda escéptica suele ser más destructiva y permanente. La duda metódica consiste, hablando en términos muy generales, en dudar de todas las verdades adquiridas por cualquier vía hasta llegar a alguna que se muestre tan evidente por sí misma que haga imposible la duda. Siguiendo este método fue como Descartes llegó a afirmar, con toda seguridad eso de «pienso, luego existo».

El significado de la verdad cierta de Descartes

Sobre la base de esta verdad, «pienso, luego existo», Descartes construyó toda su filosofía. Esta tiene un doble sentido. Por un lado, en el transcurso de la duda, Descartes se da cuenta de que no puede dudar de que está dudando, puesto dudar de que se duda es dudar, así que sabe con toda seguridad que duda. Ahora bien, dado que dudar es pensar, entonces no puedo dudar que pienso. El hecho de que pienso, indica la existencia de un ser pensante, pues los pensamientos necesitan este soporte. Así que Descartes llega a esta verdad cierta: puesto que hay pensamiento, hay una cosa que piensa.

Ahora bien, el proceso que lleva a Descartes a descubrir que hay una cosa que piensa tiene una dirección inequívoca. En efecto, va desde el acto de pensar a la existencia de una cosa que piensa, porque es a partir de este acto que se deduce la existencia de la cosa que piensa. De otro modo, la cosa que piensa tiene una existencia dudosa, es decir, que podría existir de hecho, aunque nosotros no lo podríamos saber con toda seguridad, de modo que sin el acto de pensar, que lleva a la cosa que piensa, no se cumpliría el requisito de imposibilidad de toda duda impuesto por Descartes. Así, la premisa incuestionable es: «hay pensamiento» y su conclusión: «hay algo que piensa».

De este modo sembraba Descartes la semilla del idealismo moderno, el cual daría una prioridad lógica, epistemológica y ontológica al sujeto.