El Prejuicio
Pejuicio significa prejuzgar, o sea juzgar previamente las cosas, los hechos y las personas, antes de tiempo y sin tener de ellas el necesario conocimiento; y está estrictamente relacionado con las ideas y las creencias preconcebidas a lo largo de la vida de un sujeto.
Todos tendemos a prejuzgar cuando la idea se nos adelanta a los hechos y a las cosas porque hemos adquirido el hábito de asociar todo nuevo acontecimiento con experiencias que nos ocurrieron en el pasado.
El prejuicio, por ejemplo, es un obstáculo para la ciencia, porque da lugar a suposiciones erróneas que no condicen con los fenómenos que suceden, que aunque ocurran, como son desconocidos y no se pueden explicar con el nivel de conocimiento que tiene el hombre actual, son descartados de plano como inexistentes y considerados un producto de una alucinación colectiva.
La alucinación colectiva entonces también constituiría de este modo un prejuicio, porque es la manifestación aparente en la realidad de imágenes anteriormente pensadas.
El prejuicio es la base de los conflictos humanos al considerar que las características de las personas tienen que coincidir con el modelo ideal que se tiene en la mente, y valorizando ese ideal como el mejor.
El hombre siempre le ha temido a lo desconocido y todo aquello que se aparta de lo que aún no se ha descubierto lo llena de incertidumbre.
La discriminación y el prejuicio se notan simplemente en los pequeños grupos, cuando se incorpora alguien nuevo, porque aunque nadie lo conozca es rechazado; y es más, una persona que se integra a un grupo produce automáticamente la cohesión de dicho grupo, inconscientemente, para defenderse juntos del intruso.
Esta actitud es una conducta que se remonta al principio de la humanidad, cuando los humanos vivían en tribus y debían defender sus territorios de otras tribus que se aproximaban en la búsqueda de sustento.
El hombre es un ser racional con la capacidad de clasificar como uno de los modos de manifestación de su inteligencia. Desde siempre ha venido clasificando toda clase de cosas según sus características y los humanos no han sido las excepciones.
La realidad es que no existen diferencias genéticas entre las distintas etnias, ni tampoco son muy relevantes estas diferencias con respecto a otros seres vivientes.
El color de la piel ha sido uno de los factores más importantes para desarrollar los prejuicios.
Este elemento de discriminación, está asociado a un pasado en que personas de esa raza sufrían de condiciones de vida infrahumanas que fueron aprovechadas por razas dominantes de otras etnias para esclavizarlas.
Necesitaron muchos años para poder salir de esa situación y poder gozar de los mismos privilegios de los demás, sin embargo, aún se los sigue discriminando y considerándolos una raza inferior.
Se han realizado tests para medir el prejuicio racial. El psicólogo Allan Hart, de la Escuela Amherst de Massachussets, Estados Unidos, pudo comprobar que aún en las personas que afirmaban no ser racistas sus cerebros registraban una actividad mayor en la región de la amígdala, que es parte del sector del cerebro que participa en la comprensión emocional de una experiencia.
Algo similar pasa con la apreciación de personas que son indigentes, mendigos o drogadictos. La doctora Susan Fiske, de la Universidad de Princeton, pudo comprobar que frente a un estímulo de estas características no se registraba ninguna actividad en la zona de la corteza pre frontal que se considera se activa como respuesta a estímulos sociales.
De modo que se podía inferir, que por lo menos para estos estudiantes universitarios que participaron en la prueba, esas personas con problemas no eran considerados como seres humanos.
Sin embargo, estos resultados se revirtieron cuando los investigadores incluyeron preguntas personales relacionadas con esas personas.
El prejuicio se puede vencer con el conocimiento y con la apertura mental que se logra no contaminando el presente con las experiencias del pasado.