Filosofía
Inicio Metafísica La noción de sustancia en Descartes

La noción de sustancia en Descartes

Publicado por Esteban Galisteo Gámez

A partir de la Edad Moderna, las cuestiones epistemológicas en general, se van a poner de relieve sobre otras. Por ello, por lo que a la cuestión de la sustancia se refiere, que venimos tratando en nuestro maravilloso blog desde principios de semana, el tema de cómo se conoce la sustancia alcanzará una importancia que nunca antes había tenido.

Caricatura de Descartes

Caricatura de Descartes

Esta tendencia se hace especialmente notoria en René Descartes (1596 – 1650). La sustancia es para el filósofo francés lo que existe sin necesidad más que de sí misma para existir. Esta definición, que suena tan elegante, es algo desafortunada, ya que implica que Dios es la única sustancia, ya que el único ser que se basta a sí mismo para existir sería Dios.

Sin embargo, esta implicación de su noción de sustancia no le hace demasiada gracia a Descartes, por lo que decide añadir algunas palabras para ponerle remedio al asunto:

Descartes está haciendo aquí un tipo de malabarismo filosófico particular: Él distingue tres tipos de sustancia, la res infinita (Dios); la res cogitans (la cosa que piensa) y la res extensa (la cosa corpórea). Ahora bien, res cogitans y res extensa no son sustancias en relación a la res infinita, pues tanto la cosa que piensa (yo) y la cosa corpórea (el mundo), dependen para su existencia de Dios, mientras que este se basta a sí mismo para existir.

Por otra parte, los cuerpos y los yoes, en tanto que seres creados, se distinguen de otro tipo de seres creados, los cuales dependen de estos para su existencia. Son las «cualidades y atributos» de los yoes y los cuerpos. Así, la gordura necesita de algún cuerpo para existir y, en esa medida, los cuerpos son sustancias. Con la inteligencia pasa un tanto de lo mismo, que necesita de algún yo para existir y, en esa medida, los yoes son sustancias. Por lo que respecta a los yoes y a los cuerpos, Descartes ve claramente y distintamente que están al mismo nivel en cuanto a su grado de sustancialidad, en la medida en que él puede concebirlos existiendo separadamente y, por tanto, no dependen de otra cosa para existir, salvo Dios. Nos alegramos por Descartes.

Sin embargo, en nuestra opinión, Descartes podría haber definido la sustancia de una manera un poco menos torticera y más coherente con su concepción de fondo, en virtud de la cual, la sustancialidad de una entidad se mide por su dependencia o no dependencia de otras entidades y, en especial, de Dios. En efecto, del mismo modo que considera sustancias a cuerpo y mente, puesto que encuentra otras entidades creadas que dependen de ellas (cualidades y atributos) y ellas solo dependen «del concurso ordinario de Dios», bien podría haberse comprometido desde el principio con una definición de sustancia en virtud de la cual, algo es sustancia si y solo si solo necesita de Dios para existir. Esta definición es, a nuestros ojos, mucho más coherente con los planteamientos de Descartes, de lo que lo es su propia definición, además, simplifica todo bastante ya que desde el principio admite como sustancias todo lo que Descartes admite, pero sin tener que hacer añadidos o excepciones. Además, nos parece obvia la correspondencia entre la definición propuesta por nosotros con el concepto de sustancia que en la práctica manejó el filósofo francés.

¿Cómo conoce Descartes las sustancias?

Descartes llega a sustancia, a través de un proceso de conocimiento que parte de una duda metódica, que le lleva a concluir la existencia del yo (el suyo propio, como después aclarará Hume), de la cual no puede dudar, pues es la condición de posibilidad de la duda misma, a la par que su soporte (la sustancia pensante, ya que la duda depende del yo y no es, por tanto, sustancia). A partir del yo, Descartes «demuestra» la existencia de Dios, lo que le permite, a su vez, fiarse de que existe el mundo exterior a su mente.

Esta ontología de realidades de sustancialidad absoluta (Dios) y relativa (el yo y el mundo) es una construcción que elabora Descartes a partir del descubrimiento de una verdad indudable, cogito, ergo sum, un axioma, a partir del cual deriva todo lo demás.