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La naturaleza humana y el pez linterna

Publicado por Esteban Galisteo Gámez

Algún día tenía que hablar de este tema en nuestro magnífico blog y ese día es hoy. La decisión no ha sido casual, pues esta mañana he corregido un texto en el que su autor hablaba de la parte animal de la naturaleza humana. A mí leer estas cosas me resulta bastante molesto, porque me lleva a enredados y confusos razonamientos como este: el ser humano es un animal, esto lo sabemos. Y se nos dice que de su naturaleza una parte es animal. ¿Qué hay de la otra parte? ¿Qué es, un mineral? ¿Y cómo es que hay un animal cuya naturaleza es en parte animal? ¿Admite el concepto «ser animal» que algo de lo que se predica sea animal «solo en parte»?

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El pez linterna en todo su esplendor

Hay una especie de pez luminiscente, tiene una suerte de «linterna» en su frente que utiliza como cebo para atraer a sus presas. Se trata del pez linterna, conocido entre sus amigos los zoólogos como Centrophryne spinulosa. El caso es que si admitimos la historia de la naturaleza humana con una parte animal y otra lo que sea (espiritual, angelical, ¿vegetal?…), ¿no deberíamos aceptar una tesis similar respecto al pez linterna? Según nuestra «lógica» para describir humanos, podríamos decir que la naturaleza de Centrophryne spinulosa es en parte animal y en parte linterna. ¿Podríamos? No, sería absurdo. Y no precisamente porque lo que tiene este animal no es una linterna propiamente dicha, sino porque si algo es animal, no puede serlo en parte. Lo es o no lo es.

En realidad, pensar en todo esto es bastante desesperanzador, pues si uno entiende el concepto de «animal» se da cuenta de que satura completamente la naturaleza de aquello de lo que se predica. Y lo hace en el mismo sentido en que lo hacen conceptos relacionados y del mismo nivel, como «vegetal» o «mineral». Cuando decimos de algo que es animal, estamos acotando tanto su naturaleza que no hay lugar para más. El concepto «animal» delimita un marco descriptivo cuando hablamos de la naturaleza de aquello de lo que se predica. No admite grados, salvo que se haga un uso metafórico del mismo.

Sin embargo, quien está dispuesto a afirmar que el ser humano tiene una naturaleza en parte animal y en parte lo que sea, dirá que, en realidad, lo que él está señalando es una característica de los animales humanos, su racionalidad, que los aleja del resto de los animales. Y no se trata de una cuestión de grado, sino cualitativa.

¿Hasta qué punto se puede decir que mi perra o yo tenemos una linterna en la frente, salvo que en un grado muy inferior a Centrophryne spinulosa? ¿La tenemos en un sentido metafísico, genético, etc.? No sé hasta que punto hay una diferencia de grado entre mi frente y la del pez linterna, si es que realmente a lo que estoy llamando «frente del pez linterna» es tal cosa y no otra parte de su anatomía, la cual desconozco más allá de su «linterna», sus aletas, sus dientes y sus branquias. En fin, dadas las circunstancias, bienvenida sea la entrada del pez linterna en el mundillo de la filosofía.

Con todo, alguien podría insistir en que el pez linterna no tiene una linterna propiamente dicha, sino que el animal alberga colonias de bacterias bioluminiscentes. Sin embargo, esto es lo que queríamos que nos dijeran: lo que llamamos racionalidad no depende de una diferencia cualitativa de naturaleza, sino de una diferencias de grado. El cerebro humano, además de ser desproporcionadamente grande, tiene una capa extra: la corteza cerebral, que no se encuentra en otros animales. Lo miremos como lo miremos, lo que llamamos «la linterna» del pez linterna es análogo a lo que llamamos «racionalidad» en los seres humanos.