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La crítica empirista a la noción de sustancia

Publicado por Esteban Galisteo Gámez

Los filósofos empiristas, sobre todo Locke, Berkeley y Hume se mostraron especialmente críticos con la noción de sustancia manejada por los racionalistas.

David-hume

Caricatura de David Hume

John Locke (1632-1704)

Para Locke la sustancia es una idea, un supuesto que ponemos nosotros al percibir cualidades (rojo, alto, delgado, grueso, etc.), estas cualidades son ideas simples, las cuales no podemos concebir pululando por el universo por sí solas, por lo que postulamos un soporte para ellas, la sustancia. En este sentido, la sustancia es una idea compleja:

«Al no imaginar de qué modo esas ideas simples puedan subsistir por sí mismas, nos acostumbramos a suponer la existencia de algún sustrato en el que subsisten y del que resultan y al que, por tanto, llamamos sustancia».

George Berkeley (1685-1753)

El arzobispo, de Canterbury, Berkeley puso a la sustancia a caldo en su Tratado sobre los principios del conocimiento humano. Según nuestro autor, lo que percibe la mente, o el alma o el yo, son ideas, las cuales existen en la medida en que son percibidas. La máxima de Berkeley recoge bien esta idea: esse est percipi, ser es ser percibido.

Berkeley maneja una noción de idea diferente a la de Locke: para el anterior, las ideas son causadas por los objetos que están fuera de nosotros; para el arzobispo de Canterbury, los objetos son ideas, es decir, las cosas son lo que percibimos de ellas. De este modo, para Berkeley no es necesario el sustrato de las ideas, la sustancia tal y como había sido postulada por Locke.

Lo que Berkeley critica es la noción filosófica de sustancia, no la nociones de cuerpo y de cosa material del sentido común. Lo que niega es la noción de materia independiente como sustrato de las cualidades, en la medida en que ni la razón ni la evidencia nos dan noticia de ella.

David Hume (1711-1776)

Hume parte de la distinción entre impresiones e ideas:

La semejanza entre ideas simples e impresiones simples está precisamente en eso, en que son simples. Ahora bien, las ideas simples, todas ellas, «en su primera aparición, se derivan de impresiones simples a las que corresponden y representan exactamente». Así, para saber si una idea simple es o no verdadera, tendremos que saber si hay alguna impresión simple que le corresponda.

Aplicando esta distinción y caracterización de las ideas y las impresiones, Hume concluirá que no hay impresión alguna de la sustancia y, por tanto, esta no es más que un nombre que le ponemos a: