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La vida y la muerte según la Antroposofía

Publicado por Malena

La vida interior del hombre son sus recuerdos. Aunque los recuerdos conscientes son sólo fragmentos aislados de todas las impresiones recibidas, en los sueños aparecen recuerdos que hemos olvidado y también en la vejez se recuerda el pasado con mucha nitidez.

El pensamiento utiliza los recuerdos que están en la conciencia, pero después de la muerte estas imágenes se agrandan y alcanzan el tamaño del universo, para terminar desvaneciéndose hasta desaparecer por completo; y lo mismo ocurre con el yo.

Quienes fuimos durante nuestra existencia parece escurrirse en el universo infinito y nos lleva con él.

Descubrimos que lo que considerábamos nuestro yo no era nada con respecto a nosotros mismos, porque somos más que nuestros recuerdos y que nuestro yo. En este proceso, nos damos cuenta de que nuestra identidad no se limita a la existencia física y terrenal, sino que se extiende más allá, en el reino espiritual.

Sin embargo, a pesar de esfumarse, existe una realidad objetiva, una parte espiritual de esos recuerdos; y todo lo que suscitó en nosotros un sentimiento, una emoción o un pensamiento queda grabado en esta realidad superior que es nuestro espíritu, que es la contrapartida de la acción. Este espíritu, según la Antroposofía, es inmortal y trasciende la muerte física, reteniendo todas las experiencias y lecciones aprendidas durante la vida.

En el mundo espiritual, aprendemos a conocer el lado espiritual de nuestras impresiones experimentadas en la Tierra; y al poder percibir todos los acontecimientos vividos con el espíritu, remontamos el camino desde la muerte a un nuevo nacimiento.

Existen en este nivel entidades sobrehumanas que participan de esta experiencia y que nos muestran su parecer sobre nuestros actos y pensamientos. Es allí cuando comprendemos el valor de cada acción, de cada pensamiento, de cada sentimiento y de cada impulso de nuestra voluntad. Estas entidades, según la Antroposofía, son seres de luz que nos guían y nos ayudan a entender nuestras acciones y decisiones desde una perspectiva más elevada.

El mal que hemos causado en esta vida nos produce un gran dolor en el mundo espiritual; y las pasiones vividas se experimentan como una sed ardiente que nos consume hasta que reconocemos la nada que significan esas pasiones y nos elevamos sobre ellas.

En ese recorrido entre la muerte física y un nuevo nacimiento el hombre debe aprender a no basar la vida de su alma en su cuerpo físico y adaptarse al mundo espiritual. Este proceso de adaptación puede ser desafiante, pero es esencial para el crecimiento y la evolución del alma.

Este tiempo sin tiempo equivale, según algunos autores, a un tercio de la vida física y es como un infierno. Sin embargo, este «infierno» no debe ser entendido en el sentido tradicional del término, sino más bien como un estado de purificación y transformación.

En la vida espiritual, según esta concepción, sólo proporcionan felicidad al alma las experiencias del alma y todo mal hecho en la Tierra produce sufrimiento al alma y debe ser reparado.

El alma experimenta con beatitud el dolor sufrido en vida mientras que toda lujuria se vuelve amarga privación y después de la muerte produce felicidad poder compensar el mal que se ha hecho mediante el sufrimiento.

La visión retrospectiva de su existencia terrestre permite al alma penetrar a la vida espiritual; y es cuando siente que siempre ha existido en ella un elemento oculto donde se va a fundir y el significado espiritual de su vida terrestre que se convierte en la razón espiritual de su vida real.

Esta nueva vida conduce al alma hacia un mundo sin naturaleza pero donde se encuentran las almas de las personas con las que se relacionaba en vida que han pasado a ese nivel antes que ella y con entidades espirituales superiores.

Poco a poco el alma siente que vive en la luz o a la sombra de estos espíritus que la penetran.

Es necesario que el alma comparezca ante el tribunal de las entidades del mundo espiritual, quienes determinarán la apreciación o no del verdadero ser real.

Si la acción fue conforme a la evolución del mundo espiritual, la luz llevará al alma a una vida espiritual pura, de lo contrario las tinieblas la envolverán.

La vida espiritual permite reconocer el bien del mal y para poder borrar toda huella espiritual dejada por los actos es preciso volver a la Tierra, para tener la oportunidad de vivir de otra manera.

Los recuerdos del mundo del espíritu son fuente de la fantasía creadora del artista y todas las imágenes tienden a convertirse en ideas en el cosmos.

Detrás de los recuerdos está el Yo y la esencia del mundo espiritual para ayudarnos a encontrar el camino desde el tiempo hacia la eternidad.

Fuente: “Antroposofía”, Rudolf Steiner; según revelaciones obtenidas de sus propias experiencias en otro estado de conciencia.