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Ciudad de Dios

Publicado por Esteban Galisteo Gámez

Ciudad de Dios no es solo el título de una sobrecogedora película, sino también uno de los conceptos morales, metahistóricos y políticos de la filosofía de San Agustín de Hipona (354-430 d. C.) y de la filosofía política medieval. Obviamente, la Edad Media tomó el concepto de «ciudad de Dios» de la obra de Agustín. El caso es que este concepto fue introducido en su obra De Civitate Dei, siendo a la vez un concepto fundamental en su doctrina moral, política y en su filosofía de la historia.

ciudad de Dios

Las dos ciudades de San Agustín

El aspecto moral del concepto de ciudad de Dios

Según San Agustín, los hombres pueden profesar amor a Dios por encima de todas las cosas o amor a sí mismos por encima de todas las cosas. Las personas que aman a Dios más que a sí mismos, son ciudadanos de la ciudad de Dios. Obviamente, lo son en un sentido espiritual. Por su parte, las personas que se se aman más a sí mismos son ciudadanos, desde un punto de vista espiritual, de la ciudad del diablo, civitate diaboli.

Aunque ni la ciudad de Dios ni la ciudad del diablo tengan una existencia temporal y material, existen ciudades históricas que, a ojos de Agustín, encajarían hasta cierto punto con sus ciudades espirituales: el equivalente terrenal a la ciudad de Dios es Jerusalén y el equivalente de la ciudad del diablo, Babilonia.

La ciudad de Dios y la filosofía de la historia de San Agustín

Para Agustín la historia de la humanidad se explica en términos de una constante dialéctica entre la ciudad de Dios y la ciudad del diablo, análoga al caso de los individuos. En esta especie de lucha maniquea, la tendencia de la historia, su fin, es alcanzar la ciudad de Dios. Estas instancias espirituales son los elementos de juicio de los hechos terrenales. Desde este punto de vista, los hechos son valorados, juzgados e interpretados en términos de categorías espirituales y trascendentes.

La filosofía de la historia de San Agustín es puramente cristiana, esto es, los acontecimientos históricos son explicados y dotados de significado, de manera tal que sean consecuentes con la cosmovisión cristiana, tanto en general como por lo que a los detalles específicos se refiere.

La ciudad de Dios desde un punto de vista político

La doctrina de la ciudad de Dios de San Agustín marcó el pensamiento político medieval. La idea era más o menos como sigue: una ciudad (o imperio) terrenal puede ser gobernada según el espíritu de la ciudad de Dios o según el espíritu de la ciudad del diablo. Esto no depende de que la ciudad sea cristiana o pagana, sino de que quien la gobierne se guíe por principios egoístas (ciudad del diablo) o por principios altruistas (ciudad de Dios). No obstante, los mejores ejemplos de ciudades e imperios gobernadas por el espíritu de la ciudad del diablo que San Agustín y sus intérpretes ofrecían eran de ciudades paganas, Roma y Asiria concretamente. Jerusalén estaría gobernada por el espíritu de la ciudad de Dios.

En cualquier caso, ni la ciudad de Dios ni la del diablo coinciden con ciudades existentes en la época de San Agustín. Y, en todo caso, para que una ciudad real se aproxime a la ciudad de Dios, debería rendirle culto a Dios, ya que la justicia auténtica no se encuentra en los Estados terrenales.