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La Esperanza

Publicado por Malena

La Esperanza

Esperanza significa esperar con fe. El hombre siempre ha tenido esperanza hasta en los momentos más difíciles.

Los fuertes se aferran a la esperanza, porque desean hacer posible sus proyectos y saben que no se puede vivir la vida sin ella.

Las personas depresivas pierden la esperanza, no esperan nada, no tienen ningún interés, se cierran en ellos mismos y no le encuentran sentido a la vida. No pueden empezar de nuevo, se sienten inútiles, fracasados, inservibles, se odian a si mismos y piensan que la muerte es su única esperanza.

Esperanza en la muerte, es lo que esperan los depresivos, pero no en la vida.

Si tienen esperanza en la muerte ¿por qué no tenerla en la vida e imaginar lo que quisieran?

Pero el depresivo no quiere nada, solo dejarse estar y morir para dejar de sufrir.

Todos los filósofos nos dan algún tipo de esperanza tratando de buscarle sentido a la vida. Pero aunque la vida no tuviera sentido en si misma, tenemos la capacidad de darle sentido a nuestras propias vidas, con nuestros actos.

Cada uno de nosotros puede ser la esperanza de otros, como los hijos que son la esperanza de los padres y el amor nos llena de esperanza y nos reconcilia con la vida.

La esperanza surge en los momentos de gozo que son los que nos inclinan a creer en algo mejor.

Cuando la vida nos parece maravillosa estamos más cerca de Dios y cuando el dolor nos acosa es cuando nos refugiamos en Él.

El hombre es tiempo y es esperanza. Nada que deseamos ocurre en el mismo instante que lo pensamos, hay que esperar los acontecimientos en el tiempo, hay que esperar, porque la vida es espera.

El deseo y la esperanza se corresponden, porque es el deseo el que hace posible la esperanza y sin deseos no hay esperanza. Así para el que desea vivir, cada mañana es la esperanza de un nuevo día.

El que tiene esperanza tiene fe y puede creer, porque no hay fe sin esperanza.

El que no tiene esperanza se desespera y puede ser una víctima de la desesperación.

El conocimiento, el arte y la religión nos conectan con la trascendencia y son nuestra mayor esperanza.

Un hombre fue sorprendido por una tormenta y se refugió en una cueva con su caballo. Como la cueva estaba cerca del río, ambos corrían peligro de morir ahogados.

Se sentó a esperar a que alguien los ayudara, a pesar de que no era un lugar muy transitado y menos durante un vendaval como ese.

Como de nada le servía desesperarse, aunque no era de ir a la Iglesia, eligió orar. Le pidió a Dios que los salvara, que deseaba seguir viviendo, pero que si había llegado su hora se lo llevara con Él, que lo aceptaba, pero que dejara que su caballo volviera a su hogar porque lo necesitaban.

Sin preocuparse sacó de su bolso una flauta y se puso a tocar una melodía.

Se sintió transportado por la música y se olvidó de la tormenta que seguía arreciando afuera.

Estaba muy tranquilo, como si no estuviera pasando nada.

Cuando terminó la melodía, tocó otra más y después otra, y luego se quedó dormido.

Cuando se despertó había parado de llover.

Salió con su caballo de la cueva y vio que el río no se había desbordado, pudiendo retomar su camino sano y salvo.

Su esperanza en la fe lo habían salvado del miedo y la desesperación; y tal vez de morir de un infarto.