Filosofía

Izquierda

Publicado por Esteban Galisteo Gámez

Este era un tema que quería tocar y que ahora, con la polémica desatada por Willy Toledo (un actor español), sobre Podemos (un partido político recientemente surgido en España, con un programa político muy similar al de algunos partidos de izquierdas más veteranos) es oportuno hablar de ello.

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A esto nos referimos en este artículo.

El discurso de la izquierda política

Uno de los asuntos por los que critica Willy Toledo a Podemos, y por lo que se desmarca de este partido político, es el tema del discurso que utiliza Podemos, en el cual él encuentra una preocupante ausencia de palabras propias del discurso clásico y ortodoxo de la izquierda política. No incluye conceptos como el de «reforma agraria» o «propiedad de los medios de producción», entre otros.

El dirigente de Podemos, Pablo Iglesias, argumenta que utilizar el discurso radical de la izquierda restaría votos y que el discurso que se necesita es uno que la gente pueda entender. El actor entrecomilla la palabra entender porque, en su opinión, la gente no es idiota.

Aparte de los anteriores puntos de vista, también se suele decir que el discurso de la izquierda es arcaico, que no tiene nada que ver con el mundo actual. Este argumento suele ser esgrimido por la derecha política.

A mí me interesa subrayar dos de las anteriores opiniones:

1) Que el discurso radical de la izquierda restaría votos.

2) Que el discurso radical de la izquierda es arcaico.

Creo que 1 es verdadera y que 2 es falsa.

Palabras y conceptos

«Izquierda política», «la izquierda», «socialismo», etc. son palabras que expresan conceptos. Los conceptos son los contenidos de las palabras. Por ejemplo, mi concepto de leche es el de una sustancia líquida, blanca, rica en grasa y vitamina D, calcio, etc., que la producen las hembras de los mamíferos y que es el primer alimento que ingieren las crías de estos, que puede mezclarse con té, café y cacao, etc. Este contenido asociado a la palabra «leche» lo he ido adquiriendo a lo largo de mi vida y a través de diferentes fuentes.

Gracias a este contenido, puedo pensar, mediante la palabra «leche», de muy diversas maneras. Asimismo, me permite hacer ciertas inferencias, es decir, extraer pensamientos a través de otros pensamientos. Por ejemplo, si tengo el pensamiento de que la grasa es perjudicial y mi concepto de leche incluye que la leche es rica en grasa, puedo inferir que no es conveniente abusar de la leche.

Igual que muchos de nosotros tenemos un concepto de leche, tenemos un concepto de «izquierda política». Y, aunque ambos son conceptos, existen diferencias entre ambos. Los conceptos son poseídos por los individuos y no todos son idénticos. Mi concepto de leche no es exactamente igual al concepto de leche de mi vecino. Y, del mismo modo, mi concepto de izquierda política difiere del de mi vecino. Sin embargo, las diferencias entre nuestros conceptos de leche suelen ser pocas y casi siempre irrelevantes, mientras que las diferencias entre nuestros conceptos de «izquierda política», además de ser más marcadas y abismales, pueden llevarnos a controversias, peleas, debates y rupturas, entre otras cosas.

Cosas e ideologías

La diferencia más importante, desde un punto de vista metafísico, entre la leche y la izquierda política, es que la leche es una cosa (o sustancia, entidad u objeto) mientras que la izquierda política no es cosa alguna. Las diferencias entre nuestro concepto de leche no son muy grandes porque la mayoría de nosotros posee un sustrato conceptual común derivado del contacto directo con dicha sustancia, lo que no ocurre con el concepto de izquierda política.

En el caso del concepto de izquierda política ocurre que no hay parte alguna que se nos imponga a través de nuestro contacto directo con una sustancia a la que llamemos así. Como hemos dicho, no hay tal sustancia. Todo nuestro concepto de izquierda política depende de la información que nos llega de otros agentes, esto es, de otras personas. Esto no puede ser de otra manera, pues la izquierda política es una ideología.

Que es una ideología, quiere decir en la práctica, que en qué consiste la izquierda política está recogido en libros, muchas veces gruesos y espesos. Alguien (muchas personas) escribió esos libros, creó esa ideología, y esos libros fueron leídos por alguien más. Se crearon partidos políticos a la luz de esa ideología, movimientos sociales, etc. En definitiva, que es una ideología quiere decir que nuestro concepto de izquierda política está muy sujeto a convenciones, más que a cómo son las cosas.

El mecanismo de lo convencional

Uno de los grandes hitos, no reconocido por muchos, de la historia de la filosofía del lenguaje reciente es la explicación del mecanismo de las convenciones lingüísticas, la cual nos encontramos en el capítulo 11 de The Varieties of Reference (1982), de Gareth Evans (1946-1980), el cual hay que leer junto con otro artículo suyo: «The Causal Theory of Names» (1974).

Las convenciones lingüísticas dependen de los hablantes. Alguien me regala un perro, un cachorro, y decido llamarlo «Basilio». Salgo a la calle con el cachorro, paseo por ahí con él, mis amigos lo ven y les digo que se llama «Basilio». Acabo de crear una convención lingüística, a saber, la de llamar «Basilio» a determinado objeto. Las personas que han visto a Basilio y han conocido su nombre, comienzan a propagar la convención. Tal vez un amigo mío le comenta a su prima que «el perro de Esteban se llama Basilio». La prima de mi amigo posee un nombre, Basilio, al que asocia una descripción: «ser el perro de Esteban», si bien no ha tenido contacto con el animal.

Desde el punto de vista de Evans, hay que hacer una distinción entre los hablantes que han tenido contacto directo con Basilio y los que solo han oído hablar de él. En nuestro ejemplo, respecto del concepto que mi amigo tiene de Basilio y el que tiene su prima, hay una distinción. Las personas que han tenido contacto directo con el objeto llamado Basilio, mi cachorro, son, según Evans, los productores de la práctica de llamar «Basilio» a ese objeto. Las personas que solo han oído hablar de ese objeto, son consumidores de la práctica.

Unos y otros propagan dicha convención, la de llamar «Basilio» a cierta cosa, sin embargo, desde un punto de vista cognitivo, están a diferente nivel: los productores tienen un conocimiento directo de la cosa así llamada, mientras que los consumidores asocian descripciones a dicho nombre. Los conceptos que ambos poseen son distintos. Por ejemplo, si Basilio es lanudo, entonces un productor podrá deducir que en verano debería cortarle el pelo; mientras que un consumidor que solo asocie «ser el perro de Esteban» a la palabra «Basilio», no hará tales deducciones.

Madagascar

En el artículo de 1974 que hemos mencionado antes, Evans explicó, mediante un ejemplo real, cómo una convención puede ser sustituida por otra, prevaleciendo la nueva y desapareciendo la antigua. El ejemplo que utilizó fue el de Madagascar. Como sabemos, llamamos «Madagascar» a una isla que hay al lado de la costa sureste de África. La convención de llamar así a esa isla fue iniciada por Marco Polo por error. En efecto, «Madagascar» era el nombre que los nativos de la costa sureste de África utilizaban como nombre de esa zona costera. Sin embargo, Marco Polo no lo entendió bien y creyó que con «Madagascar» aquellos nativos se referían a la isla que hoy llamamos así.

Marco Polo siguió viajando, escribió y difundió por ahí que al lado de África había una isla llamada «Madagascar» por los nativos. Nadie preguntó a aquellos nativos y con el tiempo se impuso la convención que Marco Polo había iniciado por error, la de llamar «Madagascar» a la mencionada isla.

Bueno, esto es un ejemplo de lo que ocurre cuando el mecanismo de generación de convenciones lingüísticas (y conceptuales) falla.

Izquierda política y convenciones

¿Por qué pienso que es verdad que un discurso radical de izquierdas no atrae votos a una fuerza política (al menos en España)? Y, ¿por qué creo que es falso que el discurso radical de izquierdas está obsoleto?

A la primera pregunta respondo lo siguiente: durante los años de dictadura franquista y después de esta (hasta nuestros días), en España se han ido difundiendo informaciones de carácter negativo sobre la izquierda. Por ejemplo, que lleva a la miseria, que te quita la casa, que lleva a la peor de las dictaduras, etc. Esto ha sido moneda corriente. Y no solo en España, sino que, con la caída del Muro de Berlín, esta retórica se ha instaurado en todo el mundo.

Desde este punto de vista, no es raro que los conceptos de izquierda que poseemos la mayoría incluyan este tipo de cosas. A este respecto, somos consumidores de la convención de llamar «izquierda política» a determinados grupos políticos y a determinada ideología, por lo que nuestro concepto de «izquierda política» depende de otros. Los productores de esta convención, son las personas que leen los textos en los que se formula esta ideología y las que forman los grupos políticos llamados de izquierdas. Los consumidores somos el resto, quienes estamos en una posición asimétrica con respecto a los productores.

No obstante, estamos hablando de política, así que hay diferencias con respecto al caso de Madagascar: para empezar, la convención de llamar Madagascar a una isla no era interesada, sino que se debió a un error. Por el contrario, en el caso de la izquierda política, ocurre que existe interés en difundir una desinformación acerca de esta ideología política. Así que productores y consumidores interesados, difunden informes sesgados, los cuales, en la mayoría de los casos, son asumidos por el resto de los consumidores de esta práctica. El concepto de izquierda política que poseemos los consumidores depende de lo que hemos oído y leído a través de los productores de esta convención y de otros consumidores. Esto es, una amalgama de información del tipo: «la izquierda te quitará la casa», «si gobierna la izquierda prohibirá la Semana Santa», «lo que dicen los socialistas es imposible», etc.

Así que, desde este punto de vista, creo que es cierto que el discurso radical de la izquierda puede asustar a mucha gente. Y aquí entra nuestra respuesta a la segunda pregunta. En mi opinión no es cierto que el discurso de la izquierda esté obsoleto y sea arcaico. De hecho, esto es algo dicho por los oponentes políticos de la izquierda. Precisamente, la idea es que quien oye hablar así de la izquierda, adopte como parte de su concepto de izquierda política esta concepción negativa.