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El Egoísmo y la Generosidad

Publicado por Malena

El Egoísmo y la Generosidad

Si tomamos conciencia de las dificultades y los grandes enfrentamientos humanos que se viven en este mundo nos podremos dar cuenta de la falta de generosidad e interés que la mayoría tiene hacia los demás, como si sus existencias no fueran necesarias.

Sin embargo, todos sabemos que ningún ser humano podría subsistir solo por mucho tiempo; ya que el hombre sin su grupo o comunidad sería como una parte aislada de una estructura, sin idea de su propia identidad ni propósito alguno, porque la vida adquiere significado solamente cuando existe la relación con los otros.

Sergio Sinay describe en uno de sus artículos de La Nación Revista, los estragos que produciría el utópico hecho de que uno solo de los órganos del cuerpo humano decidiera un día funcionar sólo para si mismo y se desentendiera de su responsabilidad con respecto al resto del cuerpo.

Los demás órganos no podrían cumplir el propósito de mantener la salud, que es su función específica, y el órgano en cuestión estaría también en peligro de dejar de existir. La salud de un órgano depende del estado total del organismo del que forma parte, ya que lo contiene y es parte de él y no podría vivir fuera de él; de modo que el bienestar del cuerpo es tan necesario como el de cada una de sus partes.

La vida no se podría mantener si cada órgano decidiera independizarse de sus funciones comunes, que tienen como objetivo principal mantener la existencia del cuerpo. Este hecho nos lleva a reflexionar sobre la importancia de la cooperación y la interdependencia en la sociedad humana. Cada individuo, al igual que cada órgano, tiene un papel que desempeñar para el bienestar general. Cuando uno de nosotros se desentiende de sus responsabilidades hacia los demás, el sistema entero sufre.

Cada uno de nosotros formamos parte de una estructura social, de una comunidad, de una familia, de una empresa o de una pareja. Muchas veces, absorbidos por las ambiciones individuales, creemos tener el derecho de no tener en cuenta a los demás, ignorándolos en nuestras decisiones.

Todos tenemos derechos y obligaciones, y solo cuando cumplimos con nuestras obligaciones podemos hacer valer nuestros derechos. Es necesario tomar conciencia que no somos seres aislados y que no podemos eludir los compromisos, porque no podríamos existir solos, tal como ocurre con nuestros órganos.

Tal vez hemos olvidado la esencial razón de la existencia, que es mantenernos vivos, disfrutar de la oportunidad de vivir y eternizarnos en nuestros descendientes. Todas las demás creaciones humanas ocurren por añadidura, mediante el despliegue de los dones naturales que tenga cada uno, que no son ni más ni menos importantes, sino necesarios tanto para ellos mismos como para todos.

Pensar individualmente, dejando de lado a quienes nos rodean, que de hecho son los que le dan sentido a nuestras realizaciones, es el verdadero egoísmo y la verdadera generosidad es el compromiso con los demás.

El avance de la tecnología ha creado la falsa ilusión del solipsismo, o sea, ser para uno, sin asumir ningún compromiso con el otro y tratando de satisfacer las necesidades por medio de las máquinas. Sólo las máquinas funcionan mecánicamente sin necesidad de significados.

El resultado de esta actitud actual, es el hombre neurótico que sobrevive dominado por el miedo, hundido en la depresión, obsesionado con ideas apocalípticas y sin esperanzas.

En este contexto, es vital recordar la importancia de la generosidad y la empatía. La generosidad no es simplemente un acto de dar, sino un estado de ser, una disposición a poner las necesidades de los demás antes que las propias. La empatía, por otro lado, es la capacidad de entender y compartir los sentimientos de los demás. Ambas son esenciales para mantener la armonía y el equilibrio en nuestra sociedad.

La generosidad y la empatía también pueden ser vistas como una forma de autoconservación. Al ayudar a los demás, también nos ayudamos a nosotros mismos. Al aliviar el sufrimiento de los demás, aliviamos nuestro propio sufrimiento. Al hacer felices a los demás, nos hacemos felices a nosotros mismos.

Por lo tanto, es esencial que nos esforcemos por cultivar estas virtudes en nosotros mismos y en los demás. Debemos recordar que somos parte de un todo más grande y que nuestras acciones tienen un impacto en los demás. Al ser generosos y empáticos, no sólo mejoramos nuestras propias vidas, sino también las vidas de aquellos que nos rodean.