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Rousseau y el origen de la desigualdad social

Publicado por Malena

Según el pensamiento de Rousseau, el hombre natural no puede ser reconocido como es porque la sociedad ha alterado su alma. El hombre moderno es un ser artificial que vive fuera de sí, pura apariencia sin individualidad; por eso, para estudiarlo y definir su derecho natural, hay que conocerlo sin los prejuicios que la sociedad impone y aislado de sus dones y facultades desarrolladas en ella; porque el estado de naturaleza es ideal en el hombre, sin finalidad fuera de sí y sin historia.

De esta manera nos encontraremos con un hombre solamente ocupado en su subsistencia y en su instinto de conservación, en perfecto equilibrio con su ambiente. En este estado el hombre no tiene noción de la bondad ni de la maldad, de la justicia ni de la injusticia.

El hombre en estado natural es bueno por naturaleza, su actitud es instintiva y compasiva con sus semejantes, porque siente un rechazo natural al dolor de los demás. Este hombre primitivo no es todavía ni racional ni social, es fuerte y se adapta y no tiene necesidades morales ni intelectuales.

Estas conclusiones las extrae Russeau de su propio análisis reflexivo introspectivo en estado de retiro. Para Rousseau, el estado de naturaleza es una forma de existir que aún no está pervertida por la sociedad. En este estado, el hombre es pacífico, vive independientemente y no tiene conflicto con otros.

Sin elogiar este estado, lo considera ventajoso porque logra una felicidad imposible de alcanzar con el desarrollo de la historia. El hombre moderno depende de lo artificial que solamente puede satisfacer con la participación de otros. Vive en permanente insatisfacción y en un estado de temor y debilidad, esclavo de todo lo que está fuera de él, con una inquietud permanente y alejado de su ser natural.

El origen de la desigualdad social, que es artificial y que provoca dependencia y competitividad y que no existe en la naturaleza, es debido a que el hombre vive escindido. Ese cambio fue paulatino pero ya desde un principio el hombre tenía mayor capacidad de adaptación que los animales, y la facultad para perfeccionarse y progresar; situación que lo podía llevar tanto a la felicidad como a la degradación.

De este modo el hombre primitivo abandonó su condición y estableció una sociedad política. Según Rousseau, la sociedad generó el desarrollo del lenguaje, la formación de las actitudes morales y los principios de conducta. Las relaciones humanas favorecieron la reflexión y apareció la familia y la propiedad privada.

Esta transición produjo fenómenos negativos como la vanidad, el orgullo, la rivalidad y los bienes personales provocaron las primeras desigualdades, que generaron sentimientos de posesión y de privación. Con el desarrollo de las capacidades individuales la convivencia social pacífica se pierde.

La época de la metalurgia y la agricultura, con la división del trabajo y de la propiedad imponen en forma definitiva la desigualdad social. Poco tiempo después el hombre desarrolla la memoria, la imaginación, la razón, el orgullo y la diferencia entre realidad y apariencia, lo que da lugar a la aparición de la astucia, el engaño y los vicios en general.

Las desigualdades son las que provocan angustia y conflicto entre los hombres. Rousseau sostiene que una sociedad desigual no es una sociedad y que la libertad de todos no es posible sin la igualdad de todos.

En este marco, Rousseau propone un contrato social como solución a la desigualdad. Este contrato implicaría un acuerdo entre los individuos para formar una comunidad en la que todos renuncian a ciertos derechos para el bien común. La idea es que, al renunciar a ciertos derechos individuales, se obtiene la protección de los derechos colectivos.

Rousseau argumenta que, en este estado de sociedad, los individuos son libres porque obedecen a las leyes que ellos mismos han creado. Este contrato social, según Rousseau, es la única forma de preservar la libertad y la igualdad en una sociedad.

Además, Rousseau sostiene que la educación tiene un papel crucial en la formación del individuo y en la prevención de la desigualdad. Para él, la educación debería centrarse en el desarrollo de la moral y la virtud, en lugar de la acumulación de conocimientos. De esta manera, se podría formar a individuos que sean conscientes de sus deberes y derechos, y que sean capaces de vivir en armonía con los demás.

Fuente: «Grandes Pensadores»; «Rousseau y el origen de la desigualdad social».