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Moralismo barato: la muerte de Rita Barberá

Publicado por Esteban Galisteo Gámez

Rita Barberá ha muerto y todo el mundo lo lamenta. Bueno, a mí en realidad me la trae al pairo, salvo por el hecho grave de que haya muerto en un hotel de lujo, en lugar de en la cárcel, que es donde debería haber pasado sus últimos días y buena parte de los anteriores.

Las redes sociales alimentan el moralismo barato, como se puede ver estos días con la muerte de Rita Barberá

Las redes sociales alimentan el moralismo barato, como se puede ver estos días con la muerte de Rita Barberá

La señora Barberá fue alcaldesa de la ciudad de Valencia, una de las más importantes de España. Durante ese tiempo se dedicó a la práctica, presuntamente, de todo tipo de corruptelas políticas. Sin embargo, dado que en los últimos años de su carrera política fue senadora y parlamentaria, gozaba del estatus de aforada, por lo que se encontraba lejos de las garras de la justicia.

El caso es que hoy en el Parlamento español esta señora ha sido homenajeada con un inmerecido minuto de silencio. Obviamente, no todos los representantes políticos carecen de moral, por eso los diputados de Unidos Podemos se han ausentado durante dicho homenaje. Menos de cinco minutos han tardado las hordas de hipócritas de la sociedad española, y otros parlamentarios no menos hipócritas, en hacer juicios morales respecto de la actitud de estos parlamentarios «díscolos», en lo que no es más que un flagrante ejercicio de moralismo barato y burdo.

Moralismo

El moralismo es el juicio moral que se hace sobre la conducta de los demás, sobre la base de la moral en la que simula creer el agente que hace tal juicio. El moralista suele encontrar una satisfacción personal al realizar juicios morales sobre la conducta de los demás, una especie de orgasmo moral. Es esto lo que, en última instancia, guía la actitud del incorregible moralista.

Tales juicios, para que puedan causar el orgasmo moral en el moralista, han de realizarse a la luz pública, pues en privado o siendo solo pensados y no dichos, son totalmente inocuos y no satisfacen.

La muerte de Rita Barberá

Uno de los preceptos de la moral occidental es el valor de la persona. Ser una persona es un estatus, que diferencia a la clase de entidades de las que se predica «ser persona», de todas las demás. Este estatus es de carácter moral y jurídico, principalmente.

La mayoría de nosotros reconocemos que las personas son merecedoras de un trato digno, que no deben ser mediatizadas, que en caso de ser juzgadas merecen un juicio justo, etc. Rita Barberá, en tanto que era persona (ya no lo es, ya es un cuerpo muerto, inerte, un cadáver) merecía todas esas cosas.

El moralista, sin embargo, va más allá. En su opinión la actitud de los parlamentarios que han abandonado el pleno para no homenajear a la presunta corrupta, han hecho mal, han hecho gala de una conducta inmoral. Aquí la cuestión no es realmente moral, sino más bien la búsqueda de un orgasmo moral: el moralista siente la necesidad de juzgar y condenar públicamente, a través de las redes sociales, esa acción.

De este modo, aquellos que pensamos que el moralismo es deplorable, o sea, la gente decente, hoy estamos sometidos a todo tipo de condenas en las redes sociales relacionadas con el asunto: que si está mal no guardar el minuto de silencio por la difunta Rita, que si es una falta de respeto a la familia, que si era una persona y hay que respetar su muerte, etc. Obviamente, no homenajear a un difunto no es ninguna falta de respeto, sin embargo, el moralista no se guía por preceptos morales, sino, como hemos dicho, por la búsqueda personal de un orgasmo moral.