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La democracia más allá del voto

Publicado por Esteban Galisteo Gámez

Si cogemos cualquier definición de «democracia» de cualquier manual de filosofía política o de alguna rama del saber que trate sobre la política, nos encontraremos con que, de modo general, prescinde de la noción de sufragio, poniendo el acento en que consiste en el gobierno del pueblo. El sufragio no es más que un método de tomar decisiones políticas respaldadas por la mayoría, esto es, democráticas. Seguramente, es uno de los mejores métodos que conocemos; sin embargo, en los últimos años se ha venido poniendo de manifiesto que el voto, por sí solo, es muy limitado.

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La protesta es un mecanismo democrático para enmendar nuestro voto

La democracia representativa y los límites del sufragio

En un sistema democrático representativo, los ciudadanos eligen a sus representantes políticos, quienes una vez en el Parlamento eligen al presidente del Gobierno. Esto es una especie de ritual político, ya que, normalmente, ya se sabe quién será investido presidente. Lo importante aquí es que, una vez que votamos, cedemos a nuestros representantes la responsabilidad de tomar decisiones políticas sobre asuntos particulares por nosotros.

Los representantes políticos, para llegar a serlo, hacen campaña electoral, es decir: prometen que cuando estén en el Gobierno tomarán determinadas decisiones políticas y si tales representantes no llegan a gobernar, se supone que votarán en la cámara correspondiente por aquellas decisiones políticas acordes con las promesas que habían hecho a la ciudadanía para conseguir ser votados.

La situación que tenemos entonces es la siguiente: votamos a un conjunto de representantes que nos presentan una lista de las decisiones políticas que tomarán si llegan al poder y que apoyarán en todo caso. Pero, ¿qué ocurre cuando las personas que han sido votadas no cumplen lo prometido? Aquí el voto se agota y ya no da más de sí.

Presión popular

Lo ideal sería que en los países en los que el modelo político es la democracia representativa, existieran leyes que obligaran a los representantes a cumplir con lo prometido o a convocar un referéndum que permita a la ciudadanía, suficientemente informada, tomar una decisión, si no pueden o no quieren cumplir lo prometido. Sin embargo, este ideal está lejos de alcanzarse en muchos lugares, por lo que el ciudadano solo tiene dos salidas: soportar a sus representantes políticos hasta que vuelvan a convocarse elecciones o, mejor todavía, ejercer presión sobre sus representantes para que recuerden por qué han sido votados o para que abandonen el cargo.

Cuando los representantes políticos no cumplen lo prometido y no existen otros mecanismos para doblegarlos, la ciudadanía tiene que ejercer presión sobre ellos, bien para que abandonen el cargo, bien para que cumplan su programa electoral. El grado de presión que la ciudadanía debe ejercer sobre los representantes en cuestión varía según cada caso particular. Hay casos en los que con una manifestación es suficiente; en otros, es necesario un grado mayor. Este es otro mecanismo democrático, es decir, un modo en el que la mayoría ciudadana puede respaldar determinadas decisiones políticas o quitarles su respaldo a otras y/o a los representantes que estén dispuestos a tomarlas.