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La Religión y la Pareja

Publicado por Malena

la religión y la pareja

Así como no hay dos personas iguales, tampoco existen quienes piensen de la misma forma ni que vivan de idéntica manera la experiencia religiosa. En algunas parejas, las diferencias de sus religiones pueden convertirse en un problema de relación, contrariando el espíritu último de ellas que es el amor al prójimo sin condiciones.

Hay religiones que consideran la fe un don, otras doctrinas la consideran una evolución, el camino hacia el auto conocimiento para salir de la ignorancia y poder acceder a un nivel superior. Existen muchas religiones en el mundo, así como también sectas, congregaciones religiosas, místicos y libres pensadores metafísicos, que logran establecer un vínculo con la unidad del Todo y no necesariamente de la misma manera.

Sin embargo hay un común denominador en todos ellos, que es la fe en la existencia de algo superior al hombre, más allá de la materia. La mayoría de las creencias suponen la existencia de la eternidad del alma y se relacionan con un sistema ético moral, incluyendo rituales y la práctica de la oración o la meditación, para propiciar el propósito trascendente.

Cada persona suele continuar la tradición de sus mayores, profesando la misma religión, pero no todos deciden adherirse a una doctrina por tradición e incursionan en otras fuentes de información para evaluar por sí mismos las diferencias y elegir según su criterio. Una religión recibida por tradición puede no ser experimentada por convicción y ser vivida como un hábito o una costumbre, quedándose en la superficialidad de las formas, en tanto que una creencia inspirada por elección puede resultar una experiencia más genuina y vivificante.

Tener fe es una verdadera bendición, una virtud que guía nuestros pasos en la vida, nos brinda el apoyo necesario para superar las adversidades y nos da paz interior. Estoy convencida que el que quiere ser un creyente, ya lo es, así como ya es bueno el que quiere ser bueno, porque querer es poder.

La religión no es la que produce la fe, es la fe la que ha creado las religiones, de manera que el acto de fe es esencial y prioritario sea cual fuera el culto que se profesa.

Además, es importante recordar que la fe y la religión no son estáticas, sino que evolucionan y cambian con el tiempo. Los individuos pueden experimentar cambios en sus creencias y prácticas religiosas a lo largo de su vida, y esto puede tener un impacto en su relación de pareja. Por ejemplo, una persona puede convertirse a una nueva religión, o puede experimentar un cambio en la intensidad de su fe. Estos cambios pueden ser desafiantes para la pareja, pero también pueden ser una oportunidad para el crecimiento y el aprendizaje mutuo.

Todas las personas tienen el derecho de cuestionar el contenido de la doctrina que elige, sin sentir que puede ser sancionada por ejercer ese derecho, ya que disponemos del libre albedrío para hacerlo. La mayoría de las religiones son cuerpos de conocimiento que tienen mucha antigüedad y han sido redactadas según el nivel de entendimiento de la gente de esa época, de modo que cualquier cuestionamiento en cuanto a los detalles y relatos que figuran en los libros sagrados, es razonable y se justifica plenamente. En la religión católica, San Agustín y Santo Tomás de Aquino trataron de racionalizar la fe, porque tener dudas no es privativo de los seres humanos comunes sino que es una condición que han tenido y tienen todos.

Por lo tanto, en las religiones se puede cuestionar cualquier cosa, menos el dogma que la sostiene. Una pareja puede tener distinto criterio en relación a la doctrina que decide profesar y eso no impide que se respeten mutuamente. La falta de respeto por la libertad de culto del otro, implica que tampoco se respetará su forma de pensar en otras cuestiones, y revelará la intención de establecer el dominio en la pareja, tanto en los pensamientos como en los actos.

A la hora de elegir pareja hay que tener en cuenta, entre otras cosas, la capacidad de apertura que tiene cada uno para aceptar lo que cree y piensa el otro. Es esencial que ambas partes estén dispuestas a respetar y valorar las creencias del otro, incluso si no las comparten. Esto puede requerir un esfuerzo consciente y una comunicación abierta y honesta. Sin embargo, el respeto mutuo y la comprensión pueden fortalecer la relación y ayudar a la pareja a navegar por las diferencias religiosas de manera efectiva.