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La Filosofía y Dios-Segunda Parte

Publicado por Malena

La Filosofía y Dios-Segunda Parte

San Agustín quería tener la certeza de la existencia de Dios y averiguarlo por medio del conocimiento y la razón.

Para este pensador, el encuentro con Dios se logra por gracia divina y por la mente que elige buscar a Dios.

El estado de gracia es el medio que permite al ser finito unirse al Ser infinito; y sin él, el hombre no puede liberarse del pecado.

La gracia puede hacer posible entender toda la creación, a Dios mismo, escucharlo y vivir en Él.

La felicidad, el fin último de la humanidad, para San Agustín radica en la Verdad, que solamente puede ser Dios.

El hombre es libre para aceptar a Dios o para apartarse de él, pero Dios es el soberano de la voluntad humana.

Afirma que todos los hombres, incluso el más cruel y malvado, son conscientes en alguna medida de las normas y leyes morales aunque no las cumplan.

Esas reglas, por ser inmutables como principios, no pueden provenir de mentes mutables, ni de manera natural, sino que están impresas en el corazón del hombre. Representa la tendencia del hombre hacia el bien, la capacidad de percibir las verdades eternas.

Dios, por medio de la gracia, inspira la voluntad del hombre en su determinación; como una invitación de Dios para elegir el buen camino.

Para Santo Tomás, el Ser necesario existe pero el hombre, por su condición sensible, no puede llegar a entenderlo.

Dios es la causa primera, es Acto puro, posee la plenitud del Ser y la perfección en un solo acto indiviso, es eternidad.

Dios es su propia esencia y su esencia es existir.

Los seres finitos deben proceder de Dios por creación a partir de la nada.

Creación no es movimiento o cambio de manera que en el acto de creación no hay sucesión; y el fin de la creación de Dios es difundir su propia bondad.

Toda criatura tiene una relación real con Dios su creador, pero Dios no tiene relación con sus criaturas.

Santo Tomás se empeñó en racionalizar las verdades de la fe y no veía contradicción en la idea de una creación sin comienzo. O sea, que no existe contradicción entre recibir la existencia y existir creados por Dios desde la eternidad.

La contradicción no pertenece al Ser, el principio de no contradicción se funda en la naturaleza de Dios.

Dios pudo querer desde la eternidad que el mundo comenzara a existir en el tiempo.

La vida racional en si misma es una perfección más alta que la vida sensible. La sustancia o esencia del Universo debe ser perfecta, porque todo lo que proviene de Dios debe ser necesariamente lo mejor posible.

¿Por qué creó entonces este mundo tan particular en el que existe el mal?

Dios no quiere los males de este mundo, porque el mal no es una entidad positiva, algo creado.

Como señaló San Agustín, al mal no lo quieren ni Dios ni los hombres. Los hombres lo que desean es el placer sensible de un acto, lo que supone tal vez un mal; pero el mal es un bien aparente, es la independencia de ejercer la libertad, que es lo que Dios quiere.

Dios no quiso el sufrimiento pero nos dio la capacidad de sufrir. Creó un universo cuyo ordenamiento necesitaba la capacidad de defecto y creó el castigo para preservar el orden de la justicia.

Dios no quiso el desorden ni la corrupción pero lo permitió para que el hombre obtuviera un bien mayor, la libertad.