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Historia de la estética (XIV): Kant y lo sublime

Publicado por Esteban Galisteo Gámez

En el anterior post dedicado a la Historia de la estética hablamos de la teoría acerca del juicio de gusto de Inmanuel Kant. Allí dijimos que Kant, a diferencia de la tradición, encontraba que la belleza no se identificaba ni con el bien ni con la verdad. Sin embargo, cuando entre en el ámbito de lo sublime las cosas serán bien diferentes. En efecto, para Kant lo sublime es un sentimiento sobre el destino moral del hombre (lo sublime dinámico) y la nobleza de la razón (lo sublime matemático) que puede manifestarse de dos maneras, las cuales veremos a continuación.

historia de la estética

Lo sublime (dinámico), según Kant.

Lo sublime, tal y como Kant lo entiende solo se encuentra en la naturaleza.

Lo sublime matemático

Desde el punto de vista de Kant, el hacernos conscientes de la supremacía de la razón puede provocarnos ese sentimiento de satisfacción al que llamamos sublime y que consiste en un éxtasis extremo que trasciende lo racional. Y esto ocurre cuando en la naturaleza nos enfrentamos a algo vasto en extremo, algo que lleva a nuestra imaginación hasta sus límites, haciéndola desfallecer en el intento de abarcarlo. Lo sublime matemático ocurre cuando la razón tiene que enfrentarse a grandes magnitudes acerca de la naturaleza cuyos límites tiene que forzar.

Lo sublime dinámico

Lo sublime dinámico nos muestra el destino moral del hombre. La naturaleza tiene fuerzas superiores al ser humano, ante las cuales no podemos más que sentirnos abrumados. Por ejemplo, Kant pensaba que un fenómeno natural como un volcán en erupción o una tormenta provocan, por un lado, miedo y por otro valor, en el sentido de capacidad de resistir. De modo que Kant entiende lo sublime dinámico como un duelo entre el hombre y la naturaleza, en la medida en que, a fin de cuentas, somos seres con alma situados en la naturaleza, un medio extraño para las almas.

Kant y lo sublime: algunas críticas

Desde nuestro punto de vista Kant peca en su teoría de antropocentrista. En efecto, desde su punto de vista todo lo que la naturaleza tiene de horrendo y temible tiene un fin que no es otro que mostrarle al ser humano su superioridad moral. Y es moralmente superior en el sentido de que, pequeño y limitado como es, el hombre es capaz de enfrentarse a la cara más terrorífica de la naturaleza, utilizando la facultad que lo diferencia de todo otro ser natural, a saber, la razón.

En nuestra opinión, el ser humano no se opone a la naturaleza pues él mismo es un ser natural. Es un animal más y no tiene alma, pues como la experiencia nos viene demostrando desde hace miles de años, las almas no existen, ni antes ni después de la vida. Por su parte, la naturaleza no tiene entre sus objetivos demostrarle al ser humano lo moralmente noble que es. En realidad la naturaleza no tiene objetivos y pensar que los tiene recibe un nombre: personificación. Es un recurso que en literatura queda bien, pero que en Filosofía no tiene gracia. Por otra parte, Kant no pensó que en el futuro habría artificios humanos que dejarían en paños menores a la mayor de la tempestades y a la más grande de las erupciones volcánicas. En efecto, él no supo nada acerca de las bombas atómicas, sin embargo, la explosión de una de estas bombas y el hongo nuclear tienen las características de aquello que Kant llamaría sublime dinámico.