Filosofía

La idea del yo

Publicado por Ruben Avila

yoLa idea de “yo” a pesar de estar sumamente extendida y de que todos nosotros la usamos consciente o inconscientemente en nuestro día a día es realmente problemática. El “yo” supone la existencia de una entidad que persiste en el tiempo. Algo difícil de de asegurar cuando reflexionamos al respecto y, como aseguraba Russell, descubrimos que cada segundo están entrando y saliendo cientos de organismos y elementos varios a nuestros organismo, cambiándolo continuamente.

Entre los negadores de la existencia del “yo” nos encontramos a Hume, que asegura que al analizar nuestra mente descubrimos que no hay nada permanente, sino más bien una sucesión de ideas. A pesar de todo, nos digan lo que nos digan, y demuestren lo que demuestren, es difícil que de una manera u otra nos apartemos de la idea de que somos un yo.

La identidad moderna

Y, naturalmente, todo lo que es, tiene que serlo de alguna manera. A las características del “yo” es a lo que llamamos identidad. Sin embargo, el contenido, al igual que el continente, se encuentra en continuo cambio. Es difícil negar que nuestras características identitarias las adquirimos de forma dialógica, en un diálogo permanente con nuestro entorno, ya que como aseguraba Judith Buttler, comenzamos a adquirir identidad desde la primera llamada, desde el primer momento en que nos llaman por un nombre.

Por esa razón, el concepto de identidad ha ido variando a lo largo de la historia, lo que somos y queremos ser ya no se ajusta a las pretensiones de otras épocas, como en las antiguas Grecia y Roma, donde el espíritu del guerrero era la guía a seguir. Precisamente, en torno a esta idea gira el argumento de la Ilíada de Homero, donde a Aquiles se le presenta el dilema de tener una vida larga y feliz si se queda con su familia; o corta pero heroica, cantada por los aedos para la historia, si va a la guerra.

En la actualidad, la identidad moderna se define, siguiendo a Charles Taylor, por tres conceptos clave: la razón desvinculada, la dignidad humana y el dolor.

El primer concepto tal vez resulte el más oscuro, pero no es más que la independencia moral que hemos ido ganando a lo largo de la historia humana. Hemos roto las cadenas que nos obligaban a seguir por un camino definido por otros, para poder seguir el nuestro propio. Hemos abandonado la heteronimia para entrar en el campo de la autonomía, con todos los peligros y bondades que tiene esto.

¿Yo soy?

Asumiendo los cambios biológicos, identitarios, sociales, etc., que sufre nuestro yo continuamente, ¿cómo asegurar que el «yo» no es más que una ficción, necesaria tal vez, pero ficción al fin y al cabo?

Quizás no podamos hacerlo, pero no parece que eso nos importe. Seguiremos actuando como sí existiera ese “yo” permanente que tanto ansiamos, porque forma parte de nuestra condición, de nuestra forma de ver el mundo, de ser y de expresamos. No puedo hablar mí mismo como algo ajeno a mí, como un ente desconocido. Me veo en la obligación de referirme al yo.

Imagen: lanocreativo.wordpress.com